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Las últimas conversaciones del sumario en el caso Brugal conocidas han sido las tan comentadas -por lo subidas de tono- entre el empresario Enrique Ortiz y el que fuera director general de Bancaja, Aurelio Izquierdo, interceptadas por la poli. En un apartado, cuando preparan una salida en el yate del primero con un par de señoritas y hablan del Turjerón y la Biodramina para que no se produzcan infortunios, el de la caja -de ahorros me refiero- le recalca al anfitrión: «No, no, si digo que se tome las dos». «Tú lo que quieres es drogarla». «Yo lo que quiero es follármela y que no se maree. A ver si trincas y yo me quedo mirando». «Es igual, te dejaré una vuelta en la moto». Según conclusiones del informe de la auditora kapeemegé, realizado a instancias de Bankia a fin de presentar una denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción, Ortiz muestra una enorme capacidad para los negocios mientras que sus interlocutores -el de este pasaje fue además compa de pupitre- lo que consiguieron fue un incremento temerario del riesgo bancario y una pérdida grotesca del valor de sus activos. La investigación da con un cálculo bien conocido: al listillo de la clase lo que de verdad le pone son las plusvalías mientras que el menda, que de la mano de Olivas aprobó operaciones de urgencia para el constructor por una millonada en contra del dictamen de los técnicos, es el que con su actuación desde el despacho introduce en toda esta historia los capítulos auténticamente pornográficos. No olvidemos que el día antes de la travesía marítima firmaría la orden de algún que otro desahucio y que, con su proceder junto al de encartados colegas, ha sido clave para tumbar el sistema financiero de la Comunitat y dejarla de paso sin el enraizado despliegue de obras sociales. No sé si se nos habrá quedado grabado como debe pero sí, nos dieron por culo.

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