El tema de las migraciones es un tema diario en Europa. La Iglesia lo ha considerado como propio, porque su misión es defender la vida de los emigrantes y refugiados. Simplemente, sólo por el hecho de ser personas, los emigrantes tienen unos derechos fundamentales e inalienables, que no se pueden conculcar. La Iglesia se siente obligada a denunciar las situaciones, que envilecen la dignidad de la vida de las personas. Los emigrantes son muy facilmente vulnerables por mafias, los traficantes de personas, los explotadores, que tanto abunda. La Comisión de Migraciones de España está realizando un trabajo excelente, incluso con los niños, hijos de emigrantes. Así, por ejemplo, los distribuyen en los colegios, los acoge en casas especiales, dedicadas a esta función especialmente. Las casas de acogida que tienen religiosos y religiosas para inmigrantes han logrado sacarlos de la esclavitud de la prostitución, de ser objetos de comercio para fines de negocios clandestinos y de ser objetos de explotación pura y dura. Se explota especialmente a los niños para el tráfico de órganos. Se ha facilitado el número de personas, que están sujetas a estos sufrimientos. Se calcula que son, en el mundo, 90 millones de personas. Un caso especial es el de los cristianos de Oriente Medio, que huyen de la persecución religiosa en sus países de origen. La Unión Europea los ha distribuido entre los diversos países de Europa. A España le han correspondido 5.000 refugiados. Pero tiene dificultades para acogerlos porque teme el «efecto llamada», o sea, que estos refugiados acogidos puedan llamar y traer a sus familias a nuestro país, a lo cual tienen derecho, pero crearían un conflicto de acogida.