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Marc Llorente

Tribuna

Marc Llorente

Eloy Arenas, a su manera

Esa lógica inquietud antes de salir a escena se acentúa cuando se trata de un estreno. Incluso por mucha veteranía que tenga el intérprete. No es un problema sino un estímulo. Se controlan los nervios y surge un placentero dominio si la cosa funciona y el público sintoniza con el actor o la actriz y las circunstancias de la obra. El parto con dolor del comediante de Dolores, Eloy Arenas, da a luz una sobria tarea con amplitud de registros y cuatro cajas en el espacio. Muestra aplomo en el Teatro Lara (Madrid), como pude ver, y lo continuará exhibiendo los lunes, ya que sigue representando Burundanga en ese mismo lugar. La quinta temporada de éxito con una comedia de Jordi Galcerán que se vio en el Principal de Alicante. Papá es Peter Pan y lo tengo que matar es el título del nuevo espectáculo, producción de la alicantina Esperanza Jiménez y un texto de Ramón Paso con la atenta dirección del responsable de la autoría, descendiente del prolífico dramaturgo Alfonso Paso y de Jardiel Poncela, uno de los nombres esenciales del teatro de lo inverosímil. Estos mimbres evocan la figura de Woody Allen, por la realización de esta radiografía de las difíciles relaciones de pareja, y constituyen un drama para el personaje que divierte a la afición a través de la inteligencia textual de Ramón Paso, quien pasito a pasito avanza por la enredosa senda de un individuo ególatra, infiel y prototipo del triunfador fracasado en el fondo.

Pese a ser «un Peter Pan enfermo de hijoputismo», según expresa la voz grabada de su hija mediante el teléfono, Eloy Arenas lo convierte en entrañable. Provoca risas y reflexiones y despierta compasión. Saltan a la vista y los oídos el talante del cómico Arenas y el talento del actor Eloy, una fusión para deleitar a la numerosa concurrencia, que aplaudió mucho al concluir. El sentido teatral se amplifica con situaciones dentro de una única situación donde el inmaduro y adicto sujeto imagina, habla solo, por el móvil o con el Arlequín de un cuadro, recordándonos a la comedia del arte italiana con sus intrigas e infidelidades. Arenas, a su manera, acoge un traje a la medida haciéndose dueño de la partitura hasta el punto de parecer suya. El toque incisivo, los golpes y la sorpresa se unen en la precisa maquinaria del autor y director que quedará más engrasada en sucesivas representaciones. «Me han robado un Blue-ray inteligente, pero no tan inteligente como para que no lo robaran», dice César, emperador compulsivo al que deseamos larga vida en los escenarios. Los que ven a Eloy le saludan.

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