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Francisco Esquivel

Fuenteovejuna

Como sabe todo quisque, a lo que tendría que dedicarse ahora mismo cualquier bicho viviente con responsabilidad pública es a dejarse los cuernos en recuperar las constantes vitales. Bien, pues en su lugar, tenemos esto. La Generalitat invitó el martes a ayuntamientos y diputaciones a sufragar el programa de ayudas para los libros de textos y las casas pepé/provinciales de Castellón y Alicante reaccionaron diciendo que tururú, pero han saltado al día siguiente pidiéndole al Consell que ponga la guita y que entonces están dispuestas a gestionar con los municipios la ayuda para que los padres no suden tinta. ¿Qué me dicen? Eso es disposición y lo demás es cuento. El de estudios cambia cada dos por tres, pero ellos siguen en el plan de siempre. Y cansa. Las fatiguitas de sus representados parecen importarles tres pimientos. Porque es que no se lo pierdan. Días atrás, el presi de la Dipu más al sur puso sobre la mesa la necesidad de crear una gran zona logística y empresarial en el Puerto y la respuesta del Gobierno autonómico ha sido excluir al organismo del Consejo de Administración de aquél y colocar al trío la, la, la que lleva la voz cantante en el consistorio de la capital que, según parece, no está por la labor de apostar por una zona franca. Ximo Puig ha esgrimido que es potestad de su Ejecutivo excluirlo. Claro. Excluirlo y no excluirlo. Pero, si el mármol y lo que no es el mármol ha interesado reclutarlo por esta vía y a los cruceristas mola llevarlos hasta Guadalest o acercarlos a Elche, lo coherente es no subir a un solo municipio en el barco. Y aún queda que lo haga la nueva Autoridad Portuaria, a la que se le están recortando las escasas posibilidades de crecimiento existentes y a la que se le ha preparado una buena refriega a modo de recibimiento. Ya puestos, una posibilidad a explotar sería especializarse en acoger buques de guerra.

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