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Razas, dioses, naciones

Hace unas semanas una conocida líder de los derechos de los negros en los Estados Unidos resultó ser blanca. La foto actual, por lo visto, engaña, y han sido sus padres biológicos los que han publicado su foto juvenil, rubia y de ojos azules. El asunto ha armado el escándalo que podía esperarse en una sociedad que lo suele armar con las mentiras públicas (como la de Monica Lewinsky). Las posiciones expresadas se pueden clasificar en tres grupos básicamente, dejando de lado los esperables tuits cargados de sinrazones (en eso no somos originales).

El primer grupo incluye a la interesada. Está formado por los que reivindican el derecho a identificarse con lo que consideren oportuno. Si quiere identificarse como negra, pues se identifica como tal y punto.

El segundo grupo, formado mayoritariamente por negros, es de los que dicen que esa identificación «desde fuera» no sólo es muy cómoda frente a los que sufren el ser negros sino que, encima, consigue ayudas, becas, cuotas que estarían reservadas a los negros «de verdad».

Finalmente, está el grupo de los que dicen que no pasa nada si se identifica como negra ya que, a fin de cuentas, la raza es un mito sin ninguna base científica, lo cual parece ser cierto: es una invención.

No puedo negar mis simpatías por esta tercera opción. Claro que hay diferencias físicas entre los humanos, pero, dada su larga historia, la realidad es que esas diferencias forman un continuo sin que haya un punto de corte que, en este caso, separe a blancos de negros. Y si lo hay, es social como lo muestra el mismo Obama, negro para los estadounidenses, mulato fuera de los Estados Unidos.

Pero no. El hecho de que haya racistas muestra que, aunque ADN mediante, las razas sean construcciones sociales, sin embargo tienen consecuencias prácticas muy concretas que hacen que sean mitos que «gozan de buena salud». Sin salir de los Estados Unidos, y cuando se trata de los homicidios cometidos por policías, es más probable que el muerto sea negro a que sea blanco: el doble. Y no solo eso: de los homicidios policiales contra personas desarmadas los cometidos contra negros siguen siendo el doble de los cometidos contra blancos. Sin llegar a esos extremos, si un negro se baña en una piscina «de blancos», éstos podrán llamar a la policía para que los echen (un caso ha habido de particular violencia policial contra estos inocentes bañistas). Pues si es un mito, vaya mito.

Pero es que sucede lo mismo que con los dioses y las naciones: existen, claro que existen, pero en las mentes de los racistas, creyentes y nacionalistas respectivamente. Pongan a discutir a un españolista con un catalanista y verán cómo pierden el tiempo. Es evidente que ambos no pueden tener razón a la vez: si España es una nación indivisible, Cataluña no puede ser una nación «dentro» de España y, viceversa, si Cataluña es una nación, España no puede serlo (excepto bajo ese otro invento de «nación de naciones», todavía más absurdo).

O los dioses. Cuál es el verdadero, ¿el tuyo o el mío? Difícilmente ambos. Y cada cual aportará sus «pruebas» (como los diferentes nacionalistas) para convencer al otro de que el propio es el verdadero. En el caso nacionalista, hay un atajo: el voto y se hace lo que diga la mayoría. En el caso de la religión, no parece que votando se arregle el asunto. Pero, en todo caso, es innegable que ambos mitos (los de los demás, por supuesto, no los propios, que son verdades absolutas) tienen efectos directos/indirectos incluida la violencia directa extrema (pienso en las Cruzadas y pienso en el Estado Islámico).

¿Con la raza? Claro que hay violencia: la del racismo desde el desprecio hacia el «inferior» (negrata, panchito, payo, q´ara -en aymara para referirse a los no aymaras-, etcétera) por parte del que se «sabe» superior (hay chinos «han» confucianos en este epígrafe) hasta la violencia física por el mero hecho de haber sido etiquetado como «diferente». Nota: uno puede sentirse superior y, sin embargo, ser objeto de persecución por parte de los que se saben «realmente» superiores. Pues, de nuevo, vaya mito.

No creo que se puedan abolir las religiones y las naciones. Cumplen un papel difícilmente sustituible. Acabado el esclavismo generalizado (quedan todavía muchos casos de tal aberración), que es para lo que servía originariamente (no confundir con la xenofobia, que tenemos en común con otros animales), sólo queda la primera opción: reconocer que es arbitrario.

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