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José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

De meros y depresiones

El mero está deprimido, la sardina está estresada, al boquerón, enclaustrado, le ha aparecido una fobia que le irrita las escamas. El tripartito, agitado, reunido con ansia clama, llora, patalea, se enzarza; que si los peces se salvan, se estremecen y reclaman el Tratado de defensa del besugo, firmado ha poco en Ankara. Todos a una deciden contratar a una eminencia en el estrés del salmón, de Asturias para más señas, que empatiza con los meros, que sufre cuando los asan y llora cual plañidera cuando avista alguna caña. Don Fidel se llama el tipo, al que el alcalde reclama una autopsia a los caídos en el crimen, en la afrenta, que sucedió en esta villa, un genocidio, qué pena, que no se organice un acto con minuto de silencio o tal vez tres, porque que la cosa es muy fea. Un entierro con fanfarrias, con la banda en cabecera, con tricolores alegres y en procesión, la primera, Marisol, la concejala de la cosa animalera. Esta palabra no existe, pero rima y muy bien queda.

Ay qué pena dan los peces metidos en la pecera, diagnostican don Fidel, el alcalde y el señor Pavón, mientras Bellido, prudente, se sale por la tangente y se aleja de la trena. Asunto tan importante no hubo ni habrá en el concejo, el estrés del bacalao y la tristeza del barbo son problemas tan urgentes, tan graves y relevantes, que el tripartito se enfrenta, por vez primera y se estrena en materias trascendentes. La experiencia, que es un grado, aconseja revisar el callejero completo, privarlo de cazadores, pescadores, comedores de percebes y sardinas a la plancha, bogavantes y lubinas.

Qué vergüenza que he sentido al no verme deprimido con el mero que he comido. No noto remordimiento, ni empatizo con el bicho, me mira y no me conmuevo; lo siento, pero no puedo, aunque lo intento y me esfuerzo. Igual me da con las ratas, escorpiones, con gusanos, serpientes de cascabel, bacterias y cucarachas, que aunque son todos de Dios, no me conmueven el alma.

Pavón, que se pavonea cuando el alcalde se calla, cuando le birla la vara por un quítame de ahí esas pajas, propone en tan alto encuentro, que a la ciudad tiene en ascuas, sin vivir, ni respirar, por materia tan sensata, ponernos cine de ensayo en las noches de esa plaza. El Potenkim como el Nodo, presidirá la pantalla, a trozos o por sesiones para formar a la plebe en la verdad revelada. Marisol contará un chiste con esa lengua que tiene, tan graciosa y bullanguera, virtuosa y zalamera, poco dada a la andanada. El alcalde vendrá luego a rendirle el homenaje, tarde a tarde, si es llamado, que se sepa aquí quien manda o quien corta el bacalao; perdón, qué pena, qué lástima, meter cuchillo y carbón en animal de esta talla. Aunque quien si quiere puede, volviendo a asuntos de marras, no le pararon las mientes a aquel para doña Franca, los otros, volvieron grupas, hoy por ti, por mí mañana y todos al alimón se miraron a la cara y al pan y al vino, vino y a olvidarse de chorradas, que una silla es un sillón aquí y en Guadalajara.

Las setas hay que quitarlas, la calle hay que despejarla de mesas, sillas, los guardias velar con saña, que se dejen los pasillos para las «manis», que España ya se sonríe ante tanta bonhomía, aunque los niños no tengan ni leche, ni un mal zapato, cosas vulgares que el mero ni siente, ni le preocupa, ni le estresan, cosa extraña en este bicho, tan sensible, que Fidel, el asturiano, contratado en esta plaza, no comparte, pues entiende que merece más que el vulgo, lo que piensan los ediles que las palomas exaltan, aunque el hombre, tan villano, no les mueve, qué antigualla.

En el PP todos callan, un silencio generoso, un lastimero quejido, una zozobra y un ansia, que el aire casi les falta. Gemidos, lágrimas, llantos, la oposición está en calma, callados en sus rincones evitando que las dagas, que pululan a su antojo, que vienen en andanadas sin saber quién se las lanza, les alteren de su karma.

Canal Nou, ya redivivo, vendrá a enseñarle la plaza a tanto votante inquieto de las aldeas de España. Traerán para dicho evento, no se sabe, que son muchas las que en adobo se guardan, dos mil o un millón de cámaras, para que el fúnebre acto del entierro de la gamba, se postule en medio mundo como ejemplo de gestión, de amor rendido a mansalva, de perder el tiempo todo mientras que lo prometido en el ardor de campaña, se cubre de oscuros velos, se tapa, oculta y disfraza.

Y acaba aquí aqueste drama de percebes, lechuginos, meros, calles, veladores y pantallas, que ocurrentes son sin duda quienes presiden la plaza. Hermosas son sus palabras, pero de todos se sabe que del dicho al hecho hay, más que un paso, un horizonte, que no tapan las chorradas por muy brillantes que sean. Lo son, pero no hacen gracia cuando lo que falta, falta.

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