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Javier Llopis

Tribuna

Javier Llopis

Más allá del orgullo

Noticias de la envergadura del nombramiento del Jordi Bernàcer como director de la Ópera de San Francisco provocan una primera reacción: un inevitable temblorcillo de orgullo patriótico, al constatar que un alcoyano recibe un altísimo reconocimiento profesional y se ve situado en la cima de la élite musical internacional. En segundo lugar, hay que señalar que este tipo de acontecimientos desatan una justificada ola de satisfacción colectiva y un cierto asombro ante la capacidad que tiene esta ciudad para generar periódicamente personas que alcanzan la excelencia en sus respectivos campos. En estas contadas ocasiones, nuestra maltrecha autoestima recibe una agradable inyección de optimismo y los habitantes de Alcoy nos animamos a nosotros mismos diciéndonos algo parecido a «tan mal no debemos de estar, cuando somos capaces de sacar al mundo a figuras tan brillantes».

Tenemos músicos de primera fila, pintores que exponen en las mejores salas de Europa y América, empresarios que capitanean potentes grupos económicos, actores con presencia destacada en el cine y en la televisión, notables escritores y auténticos popes del mundo académico, que imparten sus enseñanzas en exclusivas universidades internacionales. Con diferentes matices y con diferentes trayectorias profesionales, se puede afirmar sin temor a caer en la exageración que Alcoy tiene una abultada nómina de hijos ilustres, que reciben una altísima consideración en algunos de los foros más exigentes del mundo. Situados ante esta certeza, vale la pena hacerse una pregunta complicada: ¿qué provecho saca la ciudad de ese inmenso capital humano?. La respuesta resulta decepcionante: nuestras instituciones (las públicas y las privadas) mantienen una relación muy superficial con estos personajes y en numerosos casos incluso ignoran su existencia. Al margen de algún homenaje esporádico y de las obligadas entrevistas en los medios de comunicación locales, las relaciones de estos paisanos vip con su ciudad no suelen ir más allá de las esporádicas visitas a casa para ver a la familia y a los amigos.

Alcoy no anda sobrado de talento ni de personas con capacidad para alumbrar ideas nuevas. Estamos ante profesionales con una trayectoria contrastada, con grandes agendas de contactos y con un sólido prestigio personal, que contribuiría a realzar cualquier evento en el que estuviera involucrado su nombre. Sorprende que las personas que dirigen esta ciudad hayan renunciado reiteradamente a rentabilizar de alguna forma este gran potencial. Resulta inexplicable que no se hayan creado fórmulas estables para canalizar las aportaciones de unos paisanos que estarían encantados de poner su granito de arena para mejorar el pueblo que los vio nacer.

Administraciones que se gastan un pico pagando asesores indocumentados, cuyo único mérito visible es la fidelidad perruna a un determinado partido o a un determinado líder político, descartan por sistema la posibilidad de recurrir al consejo de unos personajes cuya experiencia les convertiría en un apoyo de valor incuestionable. La colaboración con estos destacados alcoyanos es un territorio sin explorar del que podrían salir importantes proyectos en materia de cultura, de desarrollo económico o de innovación científica. Vivimos en una ciudad enfrentada al fracaso de su modelo económico tradicional, en una sociedad afectada por una fuerte crisis de identidad, que mira con temor hacia un futuro lleno de incógnitas. Situados ante unas circunstancias tan amenazantes y tan negativas, lo más lógico sería que les pidiéramos ayuda a las personas que han sabido encontrar el camino del éxito en sus carreras y que han triunfado fuera de nuestras fronteras, hasta convertirse en referentes de sus respectivas áreas de trabajo. El orgullo patriótico es una sensación reconfortante, pero la realidad nos obliga a ir un poco más allá.

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