Si hay algo compartido por todos los barrios de Alicante es la suciedad en sus calles, hasta el punto de que los problemas de limpieza en toda la ciudad se han convertido en una de las quejas unánimes de vecinos y asociaciones, algo que también destacan negativamente turistas y visitantes. No es casual que diferentes estudios nos coloquen como una de las capitales más sucias de España. De hecho, si buscamos en Google «suciedad en la ciudad de Alicante» aparecen la friolera de 225.000 entradas, y si cambiamos la búsqueda por «problemas de limpieza en la ciudad de Alicante» se recogen otras 550.000 entradas, una pésima tarjeta de visita para una ciudad que vive del turismo y depende cada vez más de atraer visitantes.

Todos los partidos políticos recogían en sus programas electorales la necesidad de mejorar la limpieza, incluso el propio PP que gobernó de forma continuada durante 20 años en los que el problema no hizo más que empeorar. Las tres fuerzas que forman el tripartito también pusieron énfasis en esta cuestión, aunque con matices. Así, mientras que Guanyar apostaba por el rescate de la contrata de limpieza como solución, Compromís proponía una revisión de la contrata junto con sistemas de recogida selectiva y mayores frecuencias en las limpiezas, frente al PSOE que apostaba por hacer cumplir el contrato a la empresa adjudicataria así como planes de choque en los barrios. Pero todo ello quedó sumamente matizado en su «Programa de Gobierno municipal» suscrito por las tres formaciones para esta legislatura, al reducir a dos los compromisos en esta materia: el punto 8, que señala realizar un «plan de choque de limpieza en toda la ciudad y un cumplimiento exhaustivo de la contrata», y el punto 26, que habla de «garantizar el cumplimiento de las vigentes ordenanzas de limpieza».

Mientras que en Madrid su nuevo gobierno municipal ha puesto en marcha con urgencia un plan de choque de limpieza con un equipo de 378 operarios que está trabajando en sus barrios, nada se sabe de ello en Alicante, a pesar de ser una de las medidas comprometidas para los cien primeros días de mandato. Tampoco se sabe mucho del otro compromiso referido a garantizar el cumplimiento de las vigentes ordenanzas de limpieza, a diferencia de lo ocurrido con las ordenanzas sobre ocupación de la vía pública que se están vigilando con un despliegue de policías municipales.

Sin embargo, reducir la respuesta ante la suciedad al cumplimiento de las ordenanzas de limpieza demuestra, a mi entender, que o bien no se comprende la gravedad del problema y su negativo impacto económico y social, incluso para la salud pública, o bien que no se conocen estas ordenanzas. Sinceramente, dudo mucho que los miembros de la corporación municipal hayan leído en su totalidad las 65 páginas de la ordenanza municipal de limpieza en vigor aprobada por el pleno municipal, porque se darían cuenta de su incumplimiento generalizado y, más todavía, de la responsabilidad que tienen quienes ensucian junto al amplio abanico de medidas policiales y sancionadoras hacia ellos, es decir, hacia un número importante de vecinos. Porque no nos engañemos, a las deficiencias evidentes que existen en materia de limpieza por parte de la empresa adjudicataria de la contrata tenemos que añadir las conductas incívicas, bárbaras y cochinas de muchos vecinos.

Durante la pasada campaña electoral se escuchó con frecuencia decir que la suciedad de Alicante se debía a Enrique Ortiz, como empresario responsable de las contratas de limpieza y por su amistad con Sonia Castedo, de manera que, una vez que se produjera el cambio de Gobierno, el problema se solucionaría. Para qué explicar que Alicante es una ciudad mediterránea, con altas temperaturas y donde llueve cada vez menos, haciendo que la basura, la mugre y la suciedad sean más evidentes, más maloliente y cueste más retirar. Y cuanta más sucia está la ciudad, más la ensucian sus vecinos al verla tan descuidada, en una espiral que se retroalimenta, pero que tras las Hogueras y el caluroso y seco verano alcanza su máximo paroxismo, con calles malolientes y pringosas por las que da asco transitar, en una ciudad donde las basuras fuera de los contenedores y a cualquier hora del día son una rutina en todos sus barrios. Y esto es un problema también moral, porque demuestra lo poco que los alicantinos queremos a nuestra ciudad, sin importarnos que las calles estén pestilentes, repletas de basura, suciedad, excrementos y orines.

Podremos poner un ejército de limpiadores y duplicar el número de papeleras y contenedores, pero si los vecinos no tomamos conciencia de la gravedad del problema y de la necesidad de un mayor compromiso moral y respeto hacia nuestra ciudad y sus calles, la suciedad no se detendrá. Pero mientras tanto, por favor, nuestras calles urgen de una operación de limpieza extraordinaria.