¿Acaso es usted padre de una criatura de esas que conducen una moto de m... sin silenciador? ¿Es usted consciente de que cuando su nene va fardando de montura y dos ruedas, hay mucha gente que se esta acordando de usted?

A menudo, tengo que aguantar entre las muchas personas a su niñato. Maldigo el día que se le ocurrió a usted regalarle a su mocoso la moto. Y digo yo, ¿no hubiera sido mejor para todos, e incluso para usted, regalarle un parchís? ¿No es más barato y menos molesto?

A veces, cuando miro a mi alrededor me da la impresión que la contaminación acústica no le importa a nadie.

El ruido que producen los tubos de escape de los bestias (en su mayoría chavales) que se ponen al volante de sus motos. Son los que pasean con dos ruedas, con un par -diría yo-, con chulería y valor, con la moto trucada y desposeída de silenciador.

Esta es la generación de moteros novatos que se presentan a la sociedad con el eslogan: «Más ruido, más chulo soy». Y los papás que lo consienten y van sacando pecho de la motaca que le ha comprado al hijo sin ser conscientes de que no sólo ponen en sus manos un juguete que puede ser una herramienta mortal, sino que le dan el valor añadido de portar una máquina destructora de oídos, para el que la lleva y todos los que se encuentran por los lugares donde pasa.

Esto que parece la seña de identidad de muchos adolescentes, supone un atentado contra el equilibrio social y ecológico. Ya escribía la semana pasada en esta sección sobre las graves consecuencias que produce en nuestra salud.

Me pregunto si sirve de algo la preocupación, por parte de la ONU, de implantar la conciencia a la calma acústica. Creo que nos estamos convirtiendo en seres contaminados, mientras unos juegan al cuanto más ruido más importante soy, otros agachamos las orejas y nos dejamos dar collejas. Más de uno pensará: «debo de ser muy tonto». Así es, si callas, consientes, luego eres muy tonto. Las motos que estamos poniendo por ejemplo, cuando pasan te ensordecen. El ruido se mide en decibelios. Una moto trucada supera los 120 decibelios. ¿Somos conscientes que exponernos a ruidos a partir de 80 decibelios supone un grave peligro para nuestra salud? ¿Acaso no estamos más que bien informados, por parte de la OMS, de que a partir de los 65 decibelios el oído empieza a sufrir daños?

Parece absurdo que el Código Penal establezca penas de prisión. Que existan elevadas multas por el hecho de conducir sin silenciador. ¿De qué sirve la regulación dentro del marco legal, si a los agentes no se les facilitan las herramientas necesarias para poder cumplir la ley? Resulta irracional que no se esté controlando esta situación y que un policía, sin ir más lejos, no pueda hacer nada en las ocasiones en las que se dan estas circunstancias. Siguiendo con el ejemplo del mocoso de la moto, suponiendo que pase por delante de sus narices... ¿cómo van a poder sancionarle si no tienen aparatos de medición de sonido en muchos casos? El niñito queda impune mientras más de uno se acuerda de la madre que lo parió.

¿La moto del chaval pasa la ITV? Hasta con la abuela encima si hace falta. Se presenta en inmejorables condiciones para al minuto después de pasarla con éxito estar trucándola de nuevo. Es una práctica por todos conocida y ahí esta funcionando a las mil maravillas. Así nos va.

Otra cosa que llama la atención es que desde los ayuntamientos se impulse una preocupación porque los transportes y vehículos públicos sean menos contaminantes, cosa que aplaudimos. Por otro lado el poco control y la falta de sensibilización con estas motos de m... que son un grave agente contaminante.

Las conclusiones son irrebatibles. Así es imposible declarar el silencio. A lo mejor la solución sería que el «tonto la moto» instalara unos auriculares conectados directamente al tubo de escape y que todo el ruido que emite fuera a parar a su escaso cerebro...