¿Usted tiene inversiones en Bolsa? ¿Tiene un fondo de pensiones? ¿Es partícipe en un fondo de inversiones o en hedge founds? No, entonces está usted entre la inmensa mayoría de los españolitos: la Bolsa de Shanghai, la de Frankfurt, Nueva York, incluso el IBEX de Madrid le trae al pairo.

En la bolsa invierten los grandes fondos privados y de inversiones, algunas fortunas individuales -guardadas, o no, en SICAV-, las propias empresas cotizadas, y pequeños inversores. Los fondos públicos de pensiones invierten sobre seguro en deuda o empresas muy solventes. Los privados generalmente invierten en empresas seleccionadas, pactándolo o sin pactarlo con las mismas, compran directamente paquetes de acciones a los propietarios. Estos son los principales inversores. Alguno como el Berkshire Hathawey, de W. Buffett, invierten apoyando empresas a las que consideran rentables y bien gestionadas; otros se dedican más a la especulación financiera como el Quantum, de G. Soros, o los fondos buitre que compran a precios de ruina, trocean, hunden y venden; son lo que han comprado las viviendas sociales de la comunidad de Madrid; también especulan con las inversiones a corto en las Bolsas -a veces con acciones «prestadas»-. Los grandes provocan esas subidas y bajadas a su conveniencia. O los hedge founds, que son inversiones de alto riesgo. Estos son hoy los que mueven las bolsas y billones de dólares diariamente, especulando. Sólo la tasa sobre transacciones financieras internacionales, la Tasa Tobin, o el remedo que la Unión Europea prevé implantar el año que viene podría frenarlos algo. Hoy los grandes bancos -salvo en la gestión de sus fondos-, y las empresas invierten en autocartera generalmente para contrarrestar esos movimientos especulativos u hostiles; y a veces para «mejorar» su imagen en vísperas de las juntas de accionistas.

Una cosa es la vida, la economía real; y otra el mundo financiero, causante de las caídas de las bolsas orientales, que especula con la vida. El PIB (Producto Interior Bruto) en China está creciendo al 7%, -en Europa y EE UU la mitad-, la producción industrial se ha estancado y las exportaciones se reducen, la contaminación es altísima, etcétera. China ha sido fundamental para conseguir los Objetivos de Desarrollo del Milenio, mejorar las condiciones de vida de un 20% de la humanidad. Obviamente, lo que afecta a uno de cada cinco personas del planeta, afecta al resto. Hablamos de la segunda economía del mundo. Además cuenta con las mayores reservas de divisas, y es la mayor inversora en deuda norteamericana, tiene billones de margen de maniobra.

El problema es que el capitalismo de Estado chino ha agotado su modelo de crecimiento basado en la exportación, en producir para satisfacer las necesidades de otros países a precios de saldo, y con salarios de saldo económico y social. Un economista belga, Ernest Mandel, estudió hace tiempo la relación entre crecimiento económico y distribución de la renta. Mientras la acumulación excesiva de capital llevaba a crisis de superproducción, como vaticinó Marx; las reivindicaciones sindicales favorecían la redistribución, y con ello que continuara el crecimiento de la producción capitalista: los sindicatos eran claves en la funcionalidad del sistema. China tiene que crecer pero impulsada más por la demanda interna, y eso requiere una mejor redistribución de la renta: unos salarios mínimos, en ingresos, y en cobertura sanitaria, educativa, social: un pequeño estado del bienestar. Principalmente entre la población rural. Y priorizando la producción, no de bienes duraderos o de lujo; sino los básicos: alimentación, calzado, vestido, vivienda, e infraestructuras públicas. Ese es el desafío que China deberá acometer, incluida la reducción de las emisiones de CO2 y el control de las industrias contaminantes. El problema, y no pequeño, es que no hay ni libertades, ni por ende sindicatos. A nivel global la reducción de desigualdades se complica, y mucho, por eso la crisis de 2007, la de la Gran Recesión.

A final de mes los jefes de Gobierno aprobarán en la ONU el Plan de Desarrollo 2015-2030, continuación del Plan del Milenio. Es clave también el compromiso China-USA contra el cambio climático, a incluir en la cumbre de París, y en los nuevos Objetivos de Desarrollo. Para eso la reforma del FMI debe aceptar el yuan como moneda de referencia mundial, lo que puede favorecer el comercio mundial y limitará la guerra de devaluaciones. Y todo antes de final de año. No se ocupen de la bolsa, preocupémonos de la vida. Es infinitamente más interesante, bonita y divertida.