Estoy contenta. Acaban de contarme que el verano pasado cuando me vine del pueblo a finales de agosto, Inés y Paula, ayudadas por Marta e Iván, hicieron la sesión de Cuentacuentos en mi lugar. Hacían salir a tres chicas y a tres chicos, los colocaban en «escalera de tamaños» y les cantaban el poema ZU, ZU, ZU llevando el ritmo, como siempre hacemos. En un vídeo que me han hecho llegar, he visto a madres y abuelas ordenadas y dispuestas para el recitado acompañando a los niños, y a Inés recitando Arbolé, arbolé, seco y verdé. Ha recordado el poema muy bien, le ha dado el tono de un modo discreto y precioso?, y hasta ha estornudado sin apenas perder el hilo. ¡Genial!

La verdad es que el año pasado hubo momentos que me parecieron entrañables y dignos de recordar. Muchos niños traían cajas que se confeccionaban en casa para la creación de historias utilizando sus juguetes preferidos. Noté mucho interés en los poemas de García Lorca y de Nicolás Guillén, y vi que intentaban memorizarlos. De hecho, Paula nos dijo que se los sabía y lo demostró recitándolos con esmero. Un día Marina acudió con un cuento ya pensado a partir de las cosas que traía en su caja y lo contó con muchísimo acierto, la voz clara y dulce, el gesto bonito.

Todos querían participar en los poemas y los juegos de hacer rimas, en la canción de La Flor del lililá, en el cuento de Las tres naranjas del amor, o cuando se repartían papeles para que el cuento inventado incluyera una palabrita de cada uno. Elena no se perdía una sesión, a pesar de que no se encontraba demasiado bien esos días. Además, la forma ritualizada de estar en el rato de los cuentos les ayudaba a ordenarse, les daba la seguridad de saber lo que venía después, les calmaba y les hacía dedicarse a imaginar y a disfrutar de las palabras, lo cual no impedía su apertura a la aventura, a las bromas, a las risas, a las emociones.

Había buen ambiente y buen trato, entre los adultos y los niños asistentes, entre las personas del pueblo, que valoran el «Cuentacuentos» a partir de sus hijos o nietos, y sobre todo entre los niños pequeños y más grandes. Recuerdo a Eric acompañando a Leyre hasta su casa como un caballero andante, al público entero comprendiendo que Alexia, Gisela, Laura e Isaac, no se pudieran estar quietos? por el momento. Y a los que venían por primera vez, como Cristian y Héctor, interviniendo en voz alta, hasta que entendieron que aquí no se hablaba durante el cuento para «no perder la emoción». Hasta vino Ismael, ¡todo un ingeniero!, con Vanesa y Andrea, ya adolescentes, a recordar tiempos pasados.

Los sentimientos estaban prestos a saltar en cualquier instante, porque, como sabemos, los cuentos se nutren del sentir humano y despiertan las emociones que todos llevamos dentro. Así que, igual veíamos identificaciones de las chicas con las princesas y los chicos con los príncipes, que indignación ante los malos, ternura ante las cosas de cariño, o inquietud ante los retos que habían de pasar los protagonistas. También se veían miedos en algunos niños (que se tapaban los oídos), vergüenzas, ilusión, quejas, deseos, mimos?

Las características personales se mostraban sin demasiadas inhibiciones: la cara huidiza de los chicos en los pasajes de amor, el deseo de los más pequeños de salir siempre en los poemas dramatizados, los sentidos comentarios de las dos Elenas y las dos Carlas, las carcajadas súbitas de Ariadna? A mí me gustaba que Iván viniera a recogerme la sillita de pescar de mi padre para acercarla a la Placeta y que se despidieran de mí los que ya habían acabado sus vacaciones.

El último día hubo un pequeño suceso que quise incluir en la sesión, inventándome un cuento que se llamó El podólogo y la maestra, que recogía las dos horas y media de encierro involuntario que sufrimos el podólogo y yo en el consultorio médico esa misma tarde. Lo conté con guasa, nombrando a todos los protagonistas, añadiendo inventos ilusorios para «adornar»? Y pasamos un rato divino, riéndonos mayores y pequeños. Espero que esta nueva fuente de inspiración sea reveladora y útil para los niños. «Novelar» un hecho real es también una manera muy divertida y productiva de hacer cuentos.

En conjunto, un agosto bueno para la cosecha de historias en la Placeta de Beniardà. Siento que voy pasando el relevo?