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Antonio Sempere

Carlos G. Hirschfeld

Es honesto Carlos García Hirschfeld, el presentador del apellido difícil, que le viene su tatarabuelo, un alemán afincado en Málaga a finales del XIX, cuando tantos extranjeros lo hacían atraídos por su movimiento portuario. La cuestión es que Carlos está a punto de terminar la segunda temporada de Seguridad vital, un espacio divulgativo dedicado a aconsejar sobre los buenos hábitos a la hora de la acometer la conducción.

No parece haberles caído demasiado en gracia a los programadores, que no han dudado en emitir sus entregas los sábados antes de las diez de la mañana, una hora se mire por donde se mire incómoda para seguir un programa tan amable como éste. Máxime cuando la estupenda Marta Solano es quien le acompaña en la labor pedagógica.

Pero es que por si fuera poco, en la última entrega del programa del Defensor del Espectador, se coló una queja en la que un televidente recriminaba al bueno de Carlos que condujese un vehículo charlando con un entrevistado, mirándole a la cara, y abandonando la vista de la calzada. Uno de sus jefes pidió excusas en su nombre.

Hace unos días leí una entrevista en la que Carlos García Hirschfeld se defendía de otras acusaciones, éstas más graves, acerca del mal ejemplo que pudo dar al frente del espacio Impactos TV, que él presentó entre 1997 y 2005. Es cierto que aquel programa, por todos recordado, no era demasiado sutil. Pero como muy bien respondía Carlos a la entrevistadora, lo que él hizo durante aquellos años no fue más que poner de moda un formato precursor de lo que serían los informativos poco tiempo después. Quién nos iba a decir, cuando veíamos a Carlos hace casi 20 años, que nuestros informativos de hoy en día se convertirían en una sarta de imágenes impactantes como las que él osó presentar.

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