No ha sido necesario ni imponer una dictadura militar, ni ocupar el país. Ha bastado la extorsión financiera. Hay algo que equipara el fracaso del Gobierno de Syriza para llevar adelante un programa de rescate ciudadano con una derrota bélica a la vieja usanza: la población civil paga, con sudor o con sangre.

Alexis Tsipras dimite forzado por los poderes financieros que quieren nuevas elecciones para colocar a los suyos. Los suyos son Nueva Democracia y el PASOC. Con los sucesivos gobiernos de ambos partidos, la Troika (FMI, BCE y Comisión Europea), bajo la batuta del Gobierno germano de Merkel, liberó a la banca privada, principalmente alemana, de la engorrosa deuda pública griega, que pasó a manos del FMI, el BCE y los mayores gobiernos de la Eurozona. Fueron los «rescates» de 2010 y 2012. La ciudadanía griega no obtuvo el más mínimo beneficio de los mismos, pero fue obligada a pagar una elevada factura que, en un 90%, fue a parar a los bolsillos de los acreedores financieros. Un auténtico expolio con el único fin de alimentar la usura. La deuda pública griega, en éstos años, se ha duplicado, alcanzando el 181% del PIB.

En Enero, Syriza ganó las elecciones en Grecia con un programa que desafiaba las políticas de austeridad impulsadas por los jerifaltes de Bruselas y del FMI. La oligarquía reaccionó con hostilidad. Le pareció muy mal que el Gobierno de Syriza quisiera dotar de energía y agua a los más necesitados, recuperar el salario mínimo anterior a la crisis (751 euros), prohibir desahucios, alimentar a las personas con malnutrición, recuperar la sanidad universal, readmitir al funcionariado despedido por los anteriores gobiernos, perseguir el fraude fiscal y realizar una reforma fiscal progresiva. Los fondos para el rescate ciudadano debían destinarse a los acreedores financieros.

El Gobierno de Syriza, de la mano de Varoufakis, se puso a negociar con la Troika y el Eurogrupo. El núcleo central de la propuesta del Gobierno griego era la reestructuración de la deuda pública, una deuda artificialmente inflada por la especulación financiera y manifiestamente insostenible, tal como llegó a reconocer el propio FMI. La deuda pública griega está artificialmente inflada por el modelo bancario especulativo de la UE, según el cual, el BCE ha concedido sustanciosos préstamos, a intereses irrisorios, a la banca privada para que ésta adquiera deuda pública a unos intereses mucho más elevados. Es insostenible porque la austeridad impuesta para pagarla conduce a la ruina y de la ruina no se pueden obtener recursos para pagarla, lo que obliga a su permanente refinanciación. Los especuladores lo saben.

En el referéndum del pasado 5 de Julio, el 61% de la ciudadanía griega se pronunció en contra de las condiciones exigidas por la Troika y el Eurogrupo al Gobierno de Syriza para proceder al tercer «rescate». Fue el «No» democrático a la imposición, como condición para la concesión del «rescate», de más austeridad. Como medida de presión para forzar el «Si», el BCE se lanzó al cuello de las finanzas griegas y provocó un corralito. Un delito. Tras el referéndum, el Gobierno griego no sólo no pudo hacer valer el resultado del referéndum en su pulso con los acreedores, sino que, además, fue castigado por el «desafío» y obligado a asumir unas condiciones draconianas: subida del IVA, recorte de las pensiones, amplio plan de privatizaciones, creación de un fondo con los recursos que pudieran obtenerse de las privatizaciones, para destinarlo, en sus ¾ partes, a la amortización de la deuda pública...Y todo ello para que, siguiendo la tradición, el tercer «rescate», con una cuantía de 86.000 millones de euros, se utilice, en su mayor parte, para sufragar los próximos vencimientos de la deuda pública griega, lo que sólo puede conducir al incremento de la misma al añadir intereses a la deuda preexistente. La espiral sin fin.

¿Por qué aceptó Syriza este chantaje? Fácil. La Troika y el Eurogrupo utilizaron la opción favorable al euro del Gobierno griego y situó a éste ante la disyuntiva de aceptar las condiciones o ser expulsado de la moneda única. Varoufakis, tuvo en cuenta esa posibilidad. Tuvo que dimitir. Sin un plan B elaborado para afrontar la vuelta al dracma, el Gobierno griego hubo de rendirse.

Vencieron las finanzas y perdió la soberanía popular. La Troika y el Eurogrupo vieron cumplido su objetivo real: derrocar a Tsipras castigando a la población civil. El mercadillo griego ya se ha abierto. 14 aeropuertos regionales griegos se han vendido a precio de saldo al grupo alemán Frapor.

Sin embargo, Grecia ha podido ser el primer escenario de la recuperación de la democracia por los pueblos de Europa, en particular, del Sur de Europa. Aprendamos. Hay partido.