Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El indignado burgués

Soledad como elección o como consecuencia

Ha muerto un tipo raro. Es verdad que los especímenes extraños no se suelen hurtar a las leyes de la naturaleza y cuando les toca, les toca, pero de tan raro como era Chirbes, como escritor al margen de cualquier capillita, incluso fuera de lo que los escribidores definimos como el «oficio», parecería eterno, susceptible de burlar incluso a la Parca. En este tiempo en que todos nos creemos el ombligo del mundo y competimos incluso cuando la competición es imposible, porque escribir o leer tiene un componente subjetivo que evita cualquier medición, Rafael Chirbes se autoexcluía y ello después de haber perpetrado las que -para mí- son las dos novelas españolas más preclaras de esta desgraciada época contemporánea: «Crematorio» y «En la Orilla».

Como saben todos sus lectores Chirbes sólo fue conocido cuando había llegado casi a las seis décadas de vida (y ha muerto con 66 o sea) y vivía con sus perros en un pueblo perdido de la sierra alicantina, Beniarbeig, sin relacionarse más que con unos lugareños que probablemente no hubiesen leído sus obras y apenas supieran que escribía. Es verdad que había hecho de la soledad una épica y un baluarte contra las -malas- influencias y la contaminación, lo que le permitía tener una visión completamente personal y lúcida, al margen de los intereses de cualquier sociedad y de cualquier grupúsculo. El decía que la soledad le parecía cómoda porque le permitía hacer lo que le daba la gana.

Es una forma de verlo. Hay más. Siempre he creído, como se atribuye en frase a Becquer, que la soledad es muy hermosa siempre que se tenga alguien a quien contárselo. Como sabe cualquier creador, del modesto juntaletras a Picasso, no hay soledad mayor que la que te enfrenta a un folio en blanco, un lienzo limpio o un pedazo de mármol informe. Pero justamente tu objetivo al llenar ese vacío, es comunicarte, vestir la soledad de diálogo. Obviamente Chirbes contaba su soledad en las páginas de sus obras, lo malo es cuando no hay páginas que escribir, ni vivencias que compartir y, al final, la sombra negra lo engulle todo.

Pasa mucho, y cuanto más longevos pasará más, que al final la soledad no es una opción sino una consecuencia de vivir más. En los miles de años que llevamos en la Tierra a los humanos nos daba apenas tiempo a crecer y a reproducirnos, y a otra cosa, mariposa. Corría turno y unos nuevos ocupaban el espacio por apenas tres décadas. Hasta ahora. Porque la naturaleza se rebela ante la prolongación de nuestra esperanza de vida. Es como si nos dijera: vosotros vivid más años que ya me encargaré yo de que no os vayáis de rositas. Y como la medicina permite que la calidad de vida sea cada vez más cercana al estándar, nos expulsa de la normalidad con otras tretas como la soledad o el abandono, que al final son las dos caras de la misma moneda.

En una sociedad en la que la media estadística esclave y la mayoría nos aferramos abigarrados a ese espacio central, los que se alejan de la normalidad por los extremos son los expulsados del sistema. Chirbes y algunos inadaptados por convicción y otros porque no tienen más remedio; unos por separarse de la masa para otear mejor y muchos porque llega un momento en que el día a día tiene otro ritmo y ya no están preparados, física o psicológicamente, para seguir el paso. La soledad no tiene edad porque aparece en el mismo momento en que el sistema te expulsa a las tinieblas exteriores y ya estadísticamente no computas en la media. Lo decía el poeta Leopoldo Panero cuando iban a visitarlo al Psiquiátrico de Mondragón: «Yo no estoy loco, los locos sois vosotros». Es probable.

Es curioso y hasta parece difícil sentirse solo en una sociedad de internet, feis, televisión a todas horas y multitudes por todas partes, pero así es la cosa. Tener, como Chirbes, tu propia vía de escape no está al alcance de todos y desde luego que no lo está en todo momento, pero el escritor valenciano, como cualquier escritor, consiguió hacer más llevadera la soledad de otros a costa de su propia soledad. Y esa sí es una elección.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats