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Crónicas precarias

Complot

Puede que no lo sepáis, pero existe una maldición de origen zulú que provoca que cada cierto tiempo salga alguien a desbarrar sobre los jóvenes y sus asuntos. El último en sumarse a este club ha sido Rubén Urosa, director del Instituto de la Juventud (Injuve), quien hace unos días nos comunicó que el empleo juvenil no es precario -¿Cobrar en bocatas de mortadela y prestigio? Qué va, eso aquí no pasa- y que muchos zagales ni estudian ni trabajan porque prefieren «dedicarse voluntariamente a las tareas domésticas». Así somos, nos encanta limpiar el baño de papá y mamá a cambio de la paga.

Pero, además de explicarnos que estamos equivocados y que lo del trabajo basura es una farsa (la realidad siempre poniéndonos trampas), también quiso iluminarnos acerca de otros asuntos. «No creo que a nadie se le obligue a hacerse autónomo. Los jóvenes son jóvenes, pero no son idiotas. Un joven no se hace autónomo si no quiere», comentó. No nos considera idiotas, bien, punto positivo ahí. Quizás se tiene que repasar lo de los falsos autónomos y lo de intentar montártelo por tu cuenta porque nadie te quiere contratar. Es una idea que dejo flotando en el espacio exterior por si le interesa.

Cuando una impresentable como Mónica Oriol -hasta hace poco presidenta del Círculo de Empresarios- se queja por tener que pagar el salario mínimo a chavales «que no sirven para nada», pues bueno, lo aceptamos porque el personaje nos gusta en todo su patético esplendor. Pero que el maldito director del Injuve se permita frivolizar con la brecha generacional y la explotación laboral resulta un pelín irritante.

Podríamos pensar que miente como un bellaco y solamente le interesa lamer la mano que le da de comer, pero prefiero creer que no vivimos en un mundo tan rastrero. También podríamos deducir que es un incompetente y no conoce el campo al que se dedica, pero la perspectiva de que haya altos cargos puestos a dedo sin ningún tipo de capacidad no le pega nada a nuestra sociedad. ¡Si somos los reyes de la meritocracia! Abres un cajón, ¡pam, meritocracia! Levantas un cojín, ¡pam, más meritocracia! Además, no sé en qué exóticas esferas debe moverse uno para no ver que la precariedad juvenil campa a sus anchas y la mitad de trabajadores entre 16 y 24 años está en paro.

Descartadas la maldad y la incompetencia, únicamente nos queda concluir que Urosa es víctima de un complot y el personal del Injuve le miente sistemáticamente. Esos malditos empleados ocultan informes, le pasan datos falsos y se inventan estadísticas para que viva en el país de la piruleta. Quién sabe, a lo mejor es un individuo extremadamente sensible y si se entera de que hay veinteañeros trabajando 12 horas al día por 400 euros se pone a llorar en un rincón y no se levanta en un mes.

Sin embargo, aunque tenga un alma demasiado empática ante las desgracias, creo que el engaño no le está haciendo ningún bien. Así que, jóvenes del mundo, tenéis una misión: debéis hacer que Urosa abra los ojos y descubra la deprimente realidad de vuestras vidas. ¡Llamadle, escribidle, habladle de vuestras penosas perspectivas de futuro! ¡No dejéis que siga atrapado en esa telaraña de mentiras! El pobre depende de vosotros.

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