Hace unos días se ha conmemorado en el Reino Unido el fin de la II Guerra Mundial tras la capitulación de las fuerzas japonesas el 15 de agosto de 1945. Mi estancia este mes de agosto en una pequeña y tranquila localidad del sur de Inglaterra, me ha permitido presenciar y ver por la televisión los homenajes que se han llevado a cabo en todo el país. Sencillos actos cargados de una gran emoción en los que con la participación de veteranos de avanzada edad que todavía quedan con vida, se alabó la valentía de todos aquellos que murieron luchando contra el imperialismo de Alemania y Japón.

Con la denominación de VJ Day se recordó el 70 aniversario de la capitulación de Japón el 15 de agosto de 1945, y con ello el fin de la guerra en Asia varios meses después de la muerte de Hitler en su búnker de Berlín, pero también a todos aquellos soldados ingleses capturados durante el conflicto por el ejército nipón que fueron internados en campos de concentración donde las condiciones extremas a las que fueron sometidos, con cargas de trabajo insoportables, unido a las enfermedades propias de la selva supuso la muerte para miles de ellos. Durante años el silencio fue la opción más común de los veteranos que no quisieron hablar de las humillaciones y los castigos sufridos en su cautiverio y que tuvieron, además, una gran decepción por el frío recibimiento que su país les dio tras su regreso de Asia.

Se ha acusado a Inglaterra de haber utilizado un marcado acento imperialista en los actos celebrados con ocasión del VJ Day, pero nosotros hemos visto un profundo recogimiento en los discursos y en la actitud de todos aquellos que participaron en los recordatorios, ya fueran espectadores o veteranos de la II Guerra Mundial, celebrados en Londres con asistencia de la familia real o en cualquier otra población inglesa. Porque frente a lo habitual en este tipo de celebraciones, en las que el país vencedor de una batalla o de una guerra del pasado hacen mención expresa a la victoria conseguida y al país derrotado, creemos que el centro de atención se ha colocado, sobre todo, en el recuerdo de los ausentes y en resaltar su entrega en la lucha contra el nazismo alemán, el fascismo italiano o el ultra nacionalismo de Japón; no en la victoria sino en la entrega y en la determinación de luchar por una causa justa.

No hemos podido evitar recordar durante estos días que unos 2.500 británicos acudieron a luchar a España en favor de la República española en nuestra Guerra Civil tras el golpe de Estado de 1936. Voluntarios que decidieron participar en una guerra que a priori no era la suya pero que supieron reconocer en el ejército franquista el espectro del fascismo y del nazismo que arrasó Europa poco después. Fueron varios los escritores ingleses que contaron la guerra desde el lado republicano, como George Orwell en su conocido libro Homenaje a Cataluña o el nacionalizado británico Arthur Koestler con su interesante Diálogo con la muerte. Un testamento español, y en ambos libros, así como en las crónicas que los corresponsales ingleses enviaban a Londres, encontramos el respeto y el cariño que una buena parte de la sociedad inglesa sintió por los españoles sitiados por el totalitarismo que amenazaba la tranquilidad de Europa. Aquella lucha de los voluntarios ingleses por la libertad en suelo español formará siempre parte de nuestro recuerdo con afecto y agradecimiento.

Para entender la razón de la posición de dominio que tradicionalmente ha tenido el Reino Unido en la Unión Europea, tal vez tengamos que buscarla no sólo en su fuerza económica sino también en la superioridad moral que otorga el haber luchado en dos guerras mundiales y haberlas ganado. Mientras Inglaterra luchaba contra el nazismo a un alto precio, en otros países europeos la opinión pública se encontraba dividida entre apoyar o no a Alemania, como fue el caso de Francia y su régimen de Vichy, o en otros casos sus gobiernos se declaraban abiertamente pro alemanes, como fue el caso de España con su régimen franquista a la cabeza que colaboró con el régimen nazi todo lo que pudo.

Decíamos antes que en los himnos que se cantaron en las iglesias inglesas el pasado día 15 en recuerdo de los muertos en la II Guerra Mundial en Europa y en Asia así como en los breves discursos pronunciados por veteranos y sus familiares, no se hacía alusión a la derrota del ejército enemigo sino que, sobre todo, se recordaba la valentía de los soldados que murieron por una causa justa y se resaltaba su necesaria presencia en la memoria de los ingleses. En las estrofas de las canciones y de los himnos no se menciona la victoria, sino que se habla de seres queridos que caminan por la ribera de un río hacia ese lugar de la memoria en el que todos ellos descansan en paz.