No hace mucho nos reunimos un grupo de comensales, afiliados o simpatizantes de Ciudadanos, la singularidad que nos aglutinaba es que ninguno pudo votar al partido que apoya, que sufraga, porque la sombra de la corrupción oscurecía la candidatura oriolana, un mero trasvase de CLr con adhesiones peperas y empresariales de cuestionable condición. Bueno, aquí resulta inevitable recordar el viejo chiste en blanco y negro: «Señorita, ¿es usted persona de dudosa reputación? En absoluto, yo soy puta». La mayoría tampoco pudimos apoyar a Carolina Punset porque en Alicante significaba dar el visto bueno a los muñidores de estos acuerdos contrarios al ideario del partido, Emigdio Tormo y Emilio Argüeso, que ya ha destacado como émulo del avaro Julio de España. Lo que creíamos una desgracia local se ha destapado como un mal generalizado si hacemos caso de las razones por las que día sí y día también se producen bajas airadas o desengañadas en cualquier parte del territorio.

Naturalmente estas invasiones de aprovechados es corriente en los partidos en auge, más si carecen de estructuras consolidadas, y no deberían ser obstáculo insuperable para que continuase ganando adhesiones. Es muy arriesgado, por otra parte, inclinarse a favor de quienes protestamos porque no siempre nuestras motivaciones coinciden con la estrategia de la formación o se trata de visiones sesgadas, de manías personales, envidias o ambiciones frustradas. También de falta de generosidad o altura de miras, por ello la dirección debe confiar en primer lugar en sus cuadros, pero no debe actuar al modo de los dos grandes, cerrándose de modo corporativo, desoyendo por sistema toda reclamación y no dando respuesta a las quejas de los afiliados y simpatizantes, como si su concurso fuese prescindible. Y esto también se está produciendo; modos autoritarios que dejan en los que acudimos esperanzados al partido de Rivera la sensación de no contar nada, que esto es para cuatro y que C´s se ha instalado en la partitocracia cómodamente, utilizando un discurso renovador y alegre en los medios y un modo de actuar en la organización vertical, cerrado y antidemocrático.

Son demasiados casos, en demasiados lugares para no tomarlo en consideración. Avalanchas de última hora de políticos desahuciados que de la noche a la mañana dejan una formación que nunca han cuestionado para abrazar la fe de Albert; coordinadores que validan agrupaciones dudosas o nombran candidatos incompatibles; afiliados que no pueden participar en igualdad de condiciones porque no reciben información en tiempo y forma. No obstante, lo más perjudicial es la impresión que tenemos muchos de los afectados, con razón o sin ella, de que este partido de «ciudadanos» se ha olvidado de las garantías que legitiman la vida orgánica y nos trata como súbditos. No responder a las demandas (perfectamente comprobables) de los afiliados en asuntos de régimen interno, confección de listas o participación libre e igual, anula toda credibilidad y sitúa la legitimidad de C´s en perfecta sintonía con sus grandes rivales.

Por último, el lugar de tanto residuo de los grandes corruptores de este país se debería seguir, con toda discreción, intentando un pacto para aprovechar el enorme bagaje de UPyD, una conciliación sin ganadores ni perdedores. Tenemos al lado un partido con cuadros muy valiosos, con una trayectoria intachable, pioneros contra la corrupción, aunque los de Podemos crean que antes de ellos no había nada, con experiencia y con políticos de notable carisma. No muramos de éxito, que Albert está demasiado solo y demasiado expuesto.