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Cultura popular

Últimamente leo y oigo declaraciones reivindicando la cultura popular, como si la cultura consistiera en el dominio de un espacio único, en el que hay que tomar partido por un bando con exclusión de otros. Parece que una vez más el peor lenguaje político se ha introducido en el debate artístico, imponiendo una manera de ver y de analizar bastante confusa, con no se sabe qué interés. La definición de arte popular es bastante ambigua, ¿arte hecho por o para el pueblo? Pero si atendemos a un producto español considerado popular, como el romancero, del que provienen muchas de las letras de las canciones populares, vemos que los romances fueron compuestos en las cortes, conventos y monasterios, por personas leídas, y más tarde renovados por poetas como Quevedo, Lope?. En el Romancero se mezcla lo culto y lo popular, como en la música rusa de principios del XX. Los músicos cultos rusos fueron capaces de ver la genialidad de los ritmos populares, y los introdujeron en la música sinfónica, revolucionando con ello su lenguaje. ¿Dónde separamos lo culto de lo popular? El arte popular se identifica con un arte que no exige una compleja decodificación, arte de consumo mayoritario, o identificado con lo tradicional, etnográfico. El arte pop (popular) americano utiliza los iconos de la sociedad de consumo. Por otra parte, el arte comprometido social o políticamente con causas populares, normalmente no ha sido generado por el pueblo sino por un intelectual orgánico.

En la actualidad la elite tiene que ver con el poder económico, o político, pero no con el acceso al conocimiento. El lenguaje y la comprensión del arte están al alcance de la mayoría. Aunque no lo podamos comprar, lo podemos disfrutar en museos y centros públicos. Y es manifiesta la interrelación del lenguajes, considerados artísticos o no, en la creación de toda expresión contemporánea, desde el cine, llamado arte de masas, al cómic, la moda, la arquitectura, la cocina?.

Pero aunque un pintor como Roy Lichtenstein hiciera su obra a partir del cómic, cuando se expuso a los dibujantes de cómic en el museo, ante la reivindicación del sector de un tratamiento similar al del arte considerado culto, se vio manifiestamente la diferencia. Ningún autor de cómic alcanzaba el nivel artístico de Roy Lichtenstein. Tan error es considerar al dibujante de cómic un artista como decir de Jean-Michel Basquiat que es un grafitero, un producto de la cultura suburbana, o como identificar a Miguel Hernández con una poesía popular. Ambos fueron autores que supieron leer y transcribir el pulso de su tiempo, pero tenían una profunda formación en los lenguajes en los que se expresaron, muy cultos, conocedores de los últimos movimientos artísticos y literarios, así como de la tradición clásica.

El arte siempre está en continua evolución, y una obra del pasado puede ser tan actual como la última creación, porque continúa derribando los límites impuestos. El arte popular, en su afán de reproductibilidad, de repetición constante de unos mismos valores, se despreocupa de determinados elementos que en el arte son fundamentales. El arte es una cuestión de conocimiento y de curiosidad, no de elites.

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