De entre las miles de personas que realmente sienten su seguridad amenazada por casos de violencia de género por ejemplo, seguro que les hubiera tranquilizado ser recibidas en el despacho del ministro del Interior con la misma atención con la que Fernández Díaz recibió al multimputado Rodrigo Rato. Pero parece que el ministro tiene sólo atención preferente para aquellos supuestos delincuentes de cuello blanco, responsables del hundimiento de toda una sólida entidad bancaria y de la estafa de miles de pobres desprotegidos por el sistema, ancianos preferentistas.

El encuentro de finales de julio lo supimos a través de una revelación de la prensa, todavía queda algo de fuerza en el periodismo en España, de otra manera no hubiéramos sabido nada de un acontecimiento que ha supuesto el segundo escándalo político del verano (el primero fue el retiro dorado de Wert a París del que ya hablamos aquí). Por supuesto que como sabe cualquier español el exvicepresidente podía haber acudido a la vía reglamentaria, que es asistir a la policía, si de lo que se trataba es de ver su seguridad amenazada, aun desde el cómodo retiro veraniego en un yate (nunca se sabe lo que puede pasar). Pero claro que no lo hizo, y no lo hizo de manera muy premeditada. Nuestro punto de vista apunta a que Rato quiso hacer una demostración a las personas cercanas que en otra época le apodaban autor del milagro económico español y la hacían la rendez-vous continua, intentando reparar esa imagen de su abrupta detención con pescozón en la cabeza incluido y su efecto mediático inmediato. Después de las versiones contradictorias iniciales, la de José Ignacio diciendo que no hablaron de su situación personal, y la de Rato al poco desmintiendo de que sí hablaron de su situación, intuimos que hablaron de todo, de todo lo que tiene que ver en torno a la situación procesal de Rodrigo Rato.

Después de la versión y contraversión, el ministro no pudo más que presentarnos una coartada en forma de amenazas, argumentando que el imputado había sido amenazado con 400 mensajes de Twitter, soslayando el hecho de que Rato no es usuario de esta red social y de que se trató de su seguridad personal, cuando nada se había comunicado a Rato sobre la retirada de sus escoltas. El despacho del ministro se había convertido en una suerte de confesionario político y su comparecencia en el Congreso en una misa cantada con puesta de repeticiones y lugares comunes ante el atónito asombro de toda la oposición que llegó a solicitar la dimisión en la misma cámara, ante la «milonga», así calificada por el portavoz de Izquierda Abierta, que les estaba contando.

Por supuesto que desde Moncloa, Rajoy salía de manera precipitada antes del fin de la comparecencia a cerrar filas, en una especie de interpretación de aquellos famosos mensajes «Rodrigo, sé fuerte», con su ministro. El problema vuelve a surgir cuando la Guardia Civil, a través de su sindicato AUGC, denuncia que nunca Rato denunció amenazas ni preocupación por su seguridad. A pesar del intento de cerrar este asunto, anunciamos que el asunto volverá a ser de interés informativo sobre este u otros asuntos. Gran trabajo del incipiente diario El Español, que señala que Fernández Díaz envió también SMS a Bárcenas, corroborando la columna de Raúl del Pozo en la que advertía «hay en marcha un libro, con dos SMS más que sale en septiembre». Si esto es así, Fernández Díaz tendrá mucho más que explicar. Atentos.