Goteras, reformas eternas, gestores improvisados, bipolaridad institucional y la última un robo, otro. El San Pío V convive con un cierto sobresalto que ayuda poco a ser reconocido como la segunda pinacoteca de España. Los Goya, Velázquez, Murillo, Ribera, Becerra, Ribalta, Macip o Joan de Joanes que cuelgan en las paredes del antiguo Colegio Seminario merecen más consideración. Hemos tenido poca suerte con los museos, mejor dicho, con sus responsables. En vez de poner al frente a los mejores para consolidar un proyecto de largo plazo, se preferió un compadraje que minó el prestigio de nuestros centros de arte, pese a su inmenso potencial cultural y turístico.

Una muestra más de la falta de miras es el cruce de declaraciones entre los responsables públicos tras la visita de los ladrones. El delegado del Gobierno (titular del museo) Juan Carlos Moragues atribuyó el caso a la falta de un nuevo director, sin explicar nada de posibles pistas, o sospechosos. Por su parte, los dirigentes de Cultura, Albert Girona y Carmen Amoraga, culparon al anterior gobierno y cayeron en la trampa de calificar de obras menores las piezas sustraídas. Y de colofón el popular guardián de nuestra identidad, Luis Santamaría, aprovechó para alimentar la hoguera contra el conseller Marzà. Lo grave es que unas obras de arte compartían almacén junto a los utensilios habituales de la eterna reforma, sin la protección adecuada de un museo de primer nivel.

Conviene que el triste suceso sirva para que el San Pío V sea una prioridad del nuevo Consell, y se apremie a nombrar a un responsable competente, y aprovechar para que a algún experto solvente ordene de forma racional el panorama museístico valenciano, con el consenso necesario para que el arte quede fuera de los futuros traspasos de poderes.