Ceno tranquilamente la otra noche con un grupo de amigos en la terraza de un restaurante y charlamos y reímos y compartimos anécdotas, y estando ubicada cerca de nosotros una farola que ilumina el espacio, de improviso, aparece un inesperado visitante y uno de mis amigos, quizá el más diligente, nos da el sorprendente aviso de «mirad, una cucaracha», y todos saltamos asustados de la silla, impulsados por un invisible resorte y salimos despavoridos, mirando a todos lados, ante el previsible temor de que la temida cucaracha aterrizara sobre alguno cuando, de pronto, otro de los amigos, quizá el menos aprensivo, se acerca más al desorientado animal y alegremente dice «tranquilos, que es un grillo», y todos relajados reímos y regresamos a nuestra mesa para seguir saboreando nuestra comida mientras el bicho se pasea tranquilamente casi sobre nuestras cabezas.

Una vez que llego a casa, busco imágenes de las dos especies y observo con asombro que son muy parecidas y sin embargo recuerdo qué reacciones emocionales tan diferentes nos han provocado, y es que claro, me digo, las cucarachas las relacionamos con la suciedad, las alcantarillas y la basura, mientras que los grillos los conectamos con el verano, la siesta placentera en el campo y el buen tiempo.

Y reflexiono de qué forma los pensamientos e ideas preconcebidas marcan nuestras respuestas emocionales. Y relaciono todo lo anterior con los prejuicios que son opiniones previas y por lo general desfavorables acerca de algo que quizás se conoce mal, y que se basa en una información o juicio generalmente negativo que se forma sin el conocimiento necesario, provocando una emoción que tiene su origen en ese pensamiento negativo que si identificamos nos permitirá poder analizarlo y convertirlo en otro pensamiento más adecuado a la realidad que generará una emoción o sentimiento mas positivo y real. De modo que me digo que hay que tener una mente abierta y libre.

Me vienen a la memoria dos de mis novelas favoritas: Orgullo y prejuicio, de la autora británica Jane Austen, en la que su protagonista se forma una opinión sobre un hombre y su carácter antes de oír su versión de los hechos, en un relato de escándalos, obsesiones, juicios apresurados y amores verdaderos. Y Matar a un ruiseñor, de la escritora estadounidense Harper Lee, que con brillantez cuenta una historia de prejuicios sociales y desigualdad racial.

Y recuerdo la amable cena y tertulia de esta noche. Y lo agradable que es compartir nuestro tiempo con unos buenos amigos. Y sonrío al acordarme del susto del insecto. Y me digo que, para qué negarlo, no me gustan las cucarachas. Pero me gusta el verano y la siesta y el campo. Quizá por eso me gustan los grillos.