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Javier Llopis

Tribuna

Javier Llopis

Alcoy y el urbanismo a salto de mata

Dicen los que saben de esto que los grandes problemas actuales de Alcoy son la consecuencia lógica y previsible de la falta de un modelo claro de futuro para la ciudad. Llevamos casi dos décadas funcionando con el piloto automático, en una situación que halla su máxima expresión en el urbanismo: un campo especialmente delicado en el que se exige previsión a largo plazo y criterios claros y que aquí se ha convertido en terreno abonado para la improvisación y para las actuaciones a salto de mata. Mientras otras ciudades de características semejantes aplicaban políticas bien definidas de desarrollo urbanístico y transformaban profundamente su imagen externa y sus ejes de expansión económica, en Alcoy nos metíamos en un debate eterno y estéril que no nos ha dejado avanzar ni un milímetro, acentuando la desagradable sensación de que vivimos en una sociedad decadente y estancada.

Temas como el polígono de la Canal (veinte años de discusión ininterrumpida nos contemplan) o el desastre del casco histórico son los escaparates más representativos de esta situación de inoperancia institucional y de falta de sensibilidad social. Hay que señalar, sin embargo, que la ciudad está llena de otros ejemplos igualmente sangrantes con los que se confirman los nefastos resultados de este urbanismo errático del que parece haber desaparecido totalmente el concepto planificación. Hemos estado toda una vida dándole vueltas a las posibles soluciones para la plaza de Al-Azraq, sin que hasta el momento se haya hecho nada sustancial para evitar que este espacio urbano siga siendo un inmenso y vergonzante agujero negro. Por arte de magia, la zona de la estación de Renfe se ha transformado en torturado delirio urbanístico en el que se superponen fábricas, viviendas, hipermercados y gasolineras, rodeando a un polvoriento apeadero de ferrocarril sin ninguna conexión con el mundo exterior. El viejo proyecto de bulevar para la explanación del ferrocarril recorre el tiempo y los cambios de color político en el Ayuntamiento sin registrar ningún avance; pasando de la idea inicial de ser una gran área dotacional para vertebrar los movimientos entre barrios a transfigurarse en un traumático vial para coches promovido a mayor gloria de Enrique Ortiz. Iniciativas tan desastrosas como Serelles o la destrucción de la Rosaleda sólo se pueden justificar desde la aplicación sistemática de este urbanismo de aquí te cojo aquí te mato. Ni siquiera los puentes, gran emblema del desarrollo alcoyano, se salvan de esta epidemia general y en los últimos tiempos hemos visto inaugurar la ansiada conexión entre el Viaducto y la Zona Norte en medio de las justificadas críticas de las asociaciones de vecinos de los dos barrios.

En esta interminable lista de asuntos pendientes figura con letras de oro la zona existente entre la colonia de la aviación y Batoy. Este entorno estratégico ha sido objeto de infinidad de rumores y de proyectos frustrados, en los que siempre se subrayaba su importante papel de conexión entre dos barrios. Este triángulo pegado a la sierra ha sido de todo: lugar para una gran urbanización de viviendas unifamiliares, área de equipamientos sociales y hasta zona comercial. Ninguno de estos planes ha llegado a buen término y al final, siempre se ha sucumbido a la eterna maldición alcoyana: mucho discutir y poco hacer.

Teniendo en cuenta estos precedentes, el anuncio de que el Ayuntamiento y el Ministerio de Defensa han llegado a un acuerdo para abordar la reestructuración de esta zona militar y su posterior integración en Santa Rosa es una noticia positiva a tener en cuenta. De cumplirse las previsiones, estaríamos ante un primer paso hacia la supresión de uno de los más destacados borrones del diseño urbano de Alcoy. Las complicaciones burocráticas y las escaseces económicas complican de forma considerable el camino hacia el éxito de esta operación. Aunque, de momento, no se puede negar que esta iniciativa municipal abre un pequeño resquicio a la esperanza de recuperar para la ciudad una zona totalmente olvidada y desaprovechada.

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