Ceno en la terraza de un restaurante con mis dos hijas y mi marido, y hablamos de estudios y de viajes y de novios, y de anécdotas compartidas, y es todo muy agradable y divertido, cuando de pronto mi hija mayor rompe a llorar, y todos la miramos con extrañeza y sorpresa y cuando inquietos le preguntamos el motivo de su inesperado y sorprendente llanto, nos dice con una sonrisa que simplemente tenía ganas de llorar. Y todos sonreímos, y nos reímos, y seguimos disfrutando de la agradable reunión.

Y hablo a todos de películas que ahora recuerdo me hicieron llorar y me encantaría de nuevo ver y que son El diario de Noah, con las convincentes interpretaciones de Ryan Gosling y de Rachel McAdams, en un drama romántico juvenil, previsible pero encantador, y Ghost, con Patrick Swayze y Demi Moore, en un melodrama de amor imposible en la que brilla la maravillosa canción «Unchained Melody». Y sonrío al recordar a Sabina y al inicio de su canción «Del pirata cojo» cuando dice no ser un fulano con la lágrima fácil.

Y, mirando a mi hija, pienso que llorar puede ser la respuesta a diferentes emociones como el miedo o el dolor, la tristeza o también la alegría, y que es cierto que las mujeres lloramos más que los hombres, y ello por razones culturales y sociológicas, pero también porque fisiológicamente los hombres tienen los conductos lagrimales más largos, lo que hace que puedan acumular por más tiempo lágrimas sin dejarlas salir.

Y recuerdo que dos hormonas son las responsables de la mayor expresividad emocional en nosotras y que son la prolactina, presente en cantidades importantes en la mujer, y que está relacionada con el centro emocional del cerebro y otra por defecto, la testosterona, pues a menor cantidad de esta hormona, mayor emocionalidad.

Así que llorar es sano y beneficioso pues nos desahogamos y disminuimos el estrés, y también es terapéutico, pues nos calma y tranquiliza, y se me antoja que no solo alivia el corazón, sino que también es bueno para la salud, pues las lágrimas ayudan a limpiar los ojos cada vez que parpadeamos y a mantenerlos húmedos y saludables.

Mi hija vuelve a decir, con una deliciosa sonrisa, que no sabe por qué ha soltado unas lágrimas. Y todos sonreímos también. Y yo la miro, y comprendo. Su mirada tiene un brillo especial. Mi hija está enamorada. Creo que también voy a llorar yo.