Al igual que sucede con las alergias en primavera, con el verano llegan los pirómanos, o al menos eso parece que sucede cada verano en España cuando las noticias de los medios de comunicación atribuyen, por defecto generalmente, a esa socorrida categoría de delincuentes de difícil perfilación en la moderna ciencia de la Criminología, a la que se hace responsable de muchos de los diversos incendios forestales que asolan la geografía española. Precisamente por esa dificultad y por el enorme interés que estas cuestiones despiertan vamos a plantear dos preguntas conectadas con esta compleja realidad. Por un lado daremos respuesta a la pregunta del millón: ¿qué es un pirómano? Y, en segundo lugar, bucearemos en las cifras, pocas y de difícil acceso, para intentar averiguar si realmente son tantos como parece ser.

La American Psychiatric Association define a la piromanía como un desorden mental dentro del trastorno de control de los impulsos (donde se incluyen la ludopatía o la cleptomanía) y que caracteriza a la persona que la sufre (pirómano) por tener un gran interés, curiosidad y fascinación por el fuego, llegando a realizar por sí mismo, de manera consciente y deliberada, los incendios, pero no sin sufrir una activación afectiva antes de realizar el fuego, provocándole una descarga de tensión y gratificación e incluso de alivio una vez realizado el mismo. El pirómano no realizará el incendio por motivos ideológicos, venganza, políticos, económicos (sicarios), ni siquiera para ocultar cualquier otro delito. Tampoco lo hará bajo ningún otro tipo de enfermedad mental o trastorno de la personalidad. Con estas cartas sobre la mesa, nos encontramos con que el pirómano realiza el incendio por no poder contenerse, ya que la tensión emocional que sufre es tan fuerte que únicamente puede liberarla prendiendo fuego a algo, ciclo que se puede repetir en numerosas ocasiones, al ser incapaz de controlar por sí mismo el impulso insuperable que le lleva a incendiar.

¿Podemos decir entonces que los incendios intencionados son obra de pirómanos? En nuestra opinión creemos que no. No existe un porcentaje concreto de personas que sufran esta enfermedad, es por ello que la American Psychiatric Association no define un porcentaje exacto, mencionando simplemente que la piromanía es un trastorno muy poco común y en todo caso siempre por debajo del 1% de la población general. Observando estos porcentajes y las características más arriba mencionadas parece claro que los incendios forestales provocados por el ser humano no pueden ser obra exclusivamente de pirómanos, es más, es muy probable que en la mayoría de ellos no intervengan pirómanos, en sentido estricto, tal y como los conceptúa la APA.

Entonces, ¿por qué se utiliza tan frecuentemente el término pirómano para referirse a aquellos que queman intencionadamente nuestros bosques?, ¿quiénes son realmente aquellos que queman nuestros montes? A la primera pregunta podemos responder que el término pirómano se ha vulgarizado más allá del contorno conceptual al que realmente debe hacer referencia y que se concreta en la propia patología a la que nos hemos referido anteriormente. Es un término, por tanto, utilizado en sentido impropio en la gran mayoría de las ocasiones (tanto en muchos medios de comunicación, como incluso en ocasiones por los propios profesionales) para referirse a aquella persona que provoca un incendio de manera intencionada sin saber realmente las causas y motivaciones que le llevaron a hacerlo. A la segunda pregunta, desgraciadamente es muy difícil dar una respuesta sólida, ya que existe muy poca investigación psico-criminológica sobre las personas que queman nuestros montes, especialmente si tenemos en cuenta que la gran mayoría de quienes provocan incendios forestales en nuestro país nunca son condenados. En muchas ocasiones se trata de imprudencias o negligencias por quema de rastrojos, otras son por venganzas o motivos económicos y también una parte de ellos son provocados por personas que sufren otro tipo de patologías como pueden ser esquizofrenias o diversos trastornos de la personalidad.

Si como se ha comentado sería incorrecto llamar pirómanos a la mayoría aquellos que provocan incendios forestales, ¿cómo deberíamos llamarlos? Simplemente «incendiarios». Ese y no otro debería ser el término correcto para definir a todas aquellas personas que realicen un fuego intencionado con el afán de destruir la masa forestal de nuestros montes, siempre y cuando no sea por una imprudencia, negligencia o corresponda a un verdadero trastorno psiquiátrico de piromanía.