Este mes pagaré un riñón y pico de euros en electricidad vía aumento de las temperaturas y uso del aire acondicionado. Sin embargo la cosa no me preocupa: me comentan que el año que viene me subirán el sueldo un uno por ciento y esto anestesia la conciencia del consumo actual y me la sumerge en esa alegría electoralista compartida, que es la que más réditos obtiene. Para contento de Montoro, que ya no estará, y de lobbies industriales monopolistas, que seguirán estando, Dios mediante.

Claro, que un uno por ciento de mi sueldo es como una mota de caspa en una peluquería, mientras que en el de Rajoy es la misma pero en la cabeza de un alfiler fresquito. Él tiene un cargo, no crea. Dicen que es Presidente de una de las dos Españas. Y usted y yo tenemos cargos, o sea facturas, cada vez más altas. Como las temperaturas.

¡Vaya tela marinera de calor! El año en curso va camino de superar por goleada al 2014, que, de momento, fue el año más caluroso de la historia desde que se tienen registros. Por otro lado que de los 15 años más bochornosos de la historia hayan sido los últimos da que pensar. Imagino, por dejar las cosas claras, que el PP no ha tenido nada que ver con dicho bochorno ¿no? a no ser que sea por el que cotidianamente transita acalorado, vía corrupción.

No sé si la última «ola de calor», ya veremos si no hay más, deja una clara constancia del cambio climático o necesitaremos ver las llagas directamente. Lo digo porque hay gente muy difícil de convencer y porque desde que comenzó a exponerse este alarmante problema, que ya amenaza «urbi et orbi», se ha intentado fabricar la duda sobre su existencia con el claro objetivo de ralentizar el tiempo de reacción política y social, evitando así el inaplazable cambio hacia un modelo económico más ecológico, más sostenible y más redistributivo. Ya veremos qué pasa en septiembre, y en diciembre. A alguno se le enfriará la gota.

Los mecanismos de la duda, del escepticismo y de la ignorancia han sido engrasados de forma perfecta. Muchos gobiernos, entre ellos el nuestro, el anterior también, actuando como verdaderos delegados comerciales de las multinacionales de la industrian energética más potente, defienden, como antes defendieron, un modelo energético y económico fundamentado en los combustibles fósiles. Éstos han sido los principales ejecutores del cambio citado. Es lo que tiene seguir como ejemplo el modelo imperialista americano (nación con mayor emisión de gases contaminantes del mundo, creo que conjuntamente con China) que ni firmó ni firmará el Protocolo de Kioto en clara defensa de su industria energética y en donde el movimiento negacionista campa a sus anchas. El presidente Obama ha limitado las emisiones de gases invernadero en su nación, (un 32 % para el año 2030, no sé si lo veré) pero ha aprobado las extracciones de carbón en el Ártico. Jeb Bush ¿les suena el apellido? ya ha sacado sus garras a relucir. Me quedo con la encíclica del Papa Francisco.

Mientras tanto el gobierno español sigue comprando cuotas de emisión de gases invernadero a otros países, intentado maquillar su mala gestión en el tema, y liquidando medidas favorables a la autoproducción de energía solar para consumo propio y venta del sobrante. Impuesto al sol que mereció la crítica y mofa de la revista Forbes. Por otros lares se gastan millones para generar la duda sobre la existencia del cambio climático, incluso «untando» a determinados científicos que informan de forma contraria a la de los defensores de su existencia.

El actual modelo energético, también económico, es un fracaso, como lo es igualmente la manipulación intencional del clima mediante el empleo de sofisticadas y contaminantes tecnologías de geoingeniería para intentar frenar el cambio climático.

Nos siguen pidiendo prudencia, pero ésta a veces empalaga pues, en este caso, es interesada y fomentada por los lobbies industriales y en aderezo de gobiernos interesados que siguen utilizando las «puertas giratorias» que desembocan en tales industrias como apeaderos de políticos pasados de moda. Soy más partidario, por tanto, de un cambio político y económico que hunda sus raíces en la ecología y en el reparto de la riqueza. Ambas, lo sé, incompatibles con la política actual pues los políticos y partidos tradicionales al uso pasan todos por una crisis de militancia y de cuadros, tanto como de apoyo electoral, de orientación y, finalmente, de línea, que un simple cambio de logo no es capaz de frenar.

El cambio climático ya está aquí, preparémonos para pagar el riñón que nos queda en aire acondicionado. El que lo tenga.