La isla de Chios -cuna de Homero, en el Mar Egeo- da nombre al barco griego «Nissos Chios» propiedad de Hellenic Seaways, fletado por Baleària -desde el pasado otoño y por un plazo de 24 meses- para prestar, durante todo el año, el servicio de transporte marítimo en la ruta Dénia-Eivissa-Palma y en el que esta semana hicimos -junto a muchos otros nacionales- ese trayecto de verano.

La llegada de este barco a aguas españolas, generó gran expectación en el sector marítimo nacional por la calidad del buque y sus grandes dimensiones -que le permiten acoger a 1.750 pasajeros- distribuidos entre 640 butacas y 270 camas en más de un centenar de camarotes. Tras una primera impresión de sorpresa -en razón de la procedencia del barco, armado en un país tan à la page como Grecia-, nuestro asombro fue relativo, los negocios son los negocios, y se vio en seguida atenuado por el aval de sus excelentes armadores, aunque conviene saber que el «Nissos Chios» ha sido uno de los dos únicos buques flotados en Grecia en los últimos veinte años. Poca cosa para un país con tanta tradición naviera.

Construido en 2007 en el astillero Elefsis Shipyards, este barco era el viejo sueño del CEO de Hellenic Seaways, Gerasimos Strintzis, un clásico entre los armadores griegos de ferries de lujo. Dudo que este, como Goulandris et alii, se haya tenido que arreglar con los sesenta euros diarios del corralito. A primera vista, la realidad se acompasaba con su prestigio ya que el «Isla de Chios» evidencia un buen mantenimiento, excelente carta de presentación para ocho horas de travesía.

La barriga del barco, donde se apiñaban coches y camiones de todo tipo y tonelaje, tenía proporciones formidables, con capacidad para albergar hasta 425 vehículos. La operación de aparcamiento se desarrolló con normalidad y eficiencia pero el problema surgió cuando, al terminar la travesía, nuestro automóvil -literalmente sepultado entre camiones- no acababa de ser visible ni accesible para nosotros, lo que nos produjo la natural contrariedad al comenzar los motores a rugir, sin posibilidad remota de dar con su paradero.

La llamada al auxilio de la tripulación, responsable del desembarco, resultó baldía, ya que solo hablaban griego y ni siquiera el recurso al inglés aliviaba la zozobra de quienes queríamos abandonar cuanto antes -ya de madrugada- la panza del buque. Y, a la vista del currículum que presentan últimamente estas compañías dedicadas a transportar pasajeros, en cruceros y variadas fórmulas uno no puede dejar de preguntarse: ¿cómo es posible que no hayan previsto una tripulación capaz de poder comunicarse con el pasaje, al menos en inglés? ¿Por qué las autoridades locales, provinciales, autonómicas, nacionales y comunitarias -éstas más ocupadas en discutir con las navieras los subsidios para las plazas hoteleras en los nuevos barcos- no establecen como prioridad la vigilancia de algo tan esencial como la imprescindible comunicación, fluida, entre la tripulación y el pasaje?

Les recomiendo que vean en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=zL?wWXvqhak) el incidente, protagonizado el pasado año por el «Nissos Chio»,02 con el barco del práctico en el puerto de Ceuta. Aquello quedó en nada pero podía haber devenido en algo.

Siempre que se produce una desgracia nos preguntamos con sorpresa cómo es posible que haya podido suceder y por qué no se ha previsto antes. Entonces, nos hacemos cruces, pero ya es demasiado tarde. Un barco que cubre ese trayecto 365 días del año, precisa una tripulación experta, capaz de poder comunicar en todo momento con el pasaje para -en caso de incidente a bordo- poderle transmitir las órdenes oportunas. Es elemental.