Hay que ver la de cosas que pasan en poco más de veinte días. Se le ocurre a uno hacer una escapadita a Guatemala para contemplar sus maravillas naturales (como Semuc Champey, Río Dulce, el lago Atitlán o la sierra de Cuchumatanes) y arqueológicas (como Tikal, Yaxhá, Ceibal, Quiriguá o la hondureña Copán) y, cuando vuelve al suelo patrio del «caloret», se encuentra con el panorama (anti)taurino de nuestra ciudad más calentito que la señora Esperanza Aguirre tras no salir elegida alcaldesa de los madriles. Y como a las calenturas, o sea, a los conflictos el ser humano necesita ponerles nombre, en esta bendita «terreta» le ha tocado la gracia a Marisol Moreno. A la novísima concejala de Juventud y Protección Animal (vaya tela el nombre de la Concejalía y la asociación equiparativa de significados) se le han descubierto «pecadillos de juventud» en las redes sociales. De un año para acá, la que se hace llamar en Twitter «Marisol La Roja», de profesión «monologuista» (según declaraciones propias), se dedicó a piropear y dedicar sentidos comentarios hacia (más bien contra) los aficionados a los toros en general, los seguidores y políticos socialistas y peperos y, para dejar más clara su postura republicana, la Familia Real en particular. No reproduciré las lindezas de La Roja, de todos ya conocidas, quien se defendió aludiendo a su profesión humorística. Alguien debería decirle que, si su humor es este, tiene la gracia donde la espalda pierde su casto nombre. Todo un ejemplo para los jóvenes, vamos.

El aficionado al toreo ya está cansado de las superioridades morales de los animalistas «disney» que vociferan su pacifismo insultando y repudiando a quienes no ven la vida y la relación entre humanos y animales exactamente como ellos. Por ello, vaya desde aquí mi reconocimiento a todos esos aficionados que están defendiendo su libertad y, por tanto, su integridad moral incluso yendo a los juzgados, como es el caso. Otra cosa es la oportunidad política de los buitres carroñeros partidistas para hacer de todo esto un arma arrojadiza, mal endémico y virus mortal que está infectando al tema taurino, contra el nuevo gobierno tripartito al que no se le ha dejado ese paréntesis de cien días que suele haber de tregua tras todo traspaso de poder. ¿Y si resulta que lo hacen bien en algo? Qué patética la actuación del PP pidiendo el nombramiento de hijo predilecto para José María Dols Abellán «Manzanares», cuando han tenido seis meses para realizarlo con su mayoría absoluta. ¡Qué cutrez! O el PSOE agradeciendo y apoyando la labor de empresa, escuela y museo en privado para luego ponerlos en duda en el pleno. ¡Qué botones de muestra más tristes!

Marisol Moreno debiera haber dimitido, claro. No creo que nadie quiera como concejala a una persona con tantos odios palpitantes y tan poco sentido del respeto hacia quien no opina como ella. Los fundamentalistas, sean del color que sean, no se merecen un puesto democrático. Y eso que quizá sea una política válida. No seré yo quien lo niegue. Incluso diré que estuvo brillante durante su intervención en el último pleno. Una pena que sus meteduras de pata en las redes sociales (donde ahora ya es difícil encontrarla) no puedan pasar el filtro mínimo para representar a sus vecinos. Esperemos que no repita el triste episodio de Sonia Castedo, cuya prepotencia y falta de dignidad tuvo a Alicante en boca de todos. La peor imagen de nuestra ciudad en muchos años. Pero restringir el problema del acoso a la fiesta en nuestra localidad a La Roja es un gran error. Sea culpable o no Marisol Moreno, igualmente deplorables son los insultos que bajo la bandera de la defensa del toreo han hecho algunos aludiendo a su condición sexual, a su apariencia física o a cualquier otro motivo. Y usted, señora Moreno, queriendo eliminar una escuela. ¡Palabra que debiera ser sagrada?! De toda esta confrontación, señores políticos de uno y otro bando, tienen la culpa ustedes por convertir en arma de campaña lo que no es más que un asunto del pueblo. Si la democracia es garante de libertades, sea. La fiesta de los toros ha vivido, como ya escribí en otra ocasión, con monarquías, repúblicas y dictaduras. A ver si ahora resulta que con la democracia se le niega el derecho a existir. Su ombliguismo y desafección hacia los ciudadanos que les han votado resulta lastimosa.

Y mientras los aficionados tratan de defenderse por su libertad, los que engordan sus cuentas con el espectáculo taurino no se mojan ni la punta del pie. Aún estamos esperando que grandes empresarios, ganaderos y toreros, amén de asociaciones de profesionales que viven del toro, se retraten en este tema. El que quiera peces, señores taurinos, que se moje el culo. No voy a poner nombres, que luego me arde el WhatsApp? Pero ya les vale. Han llevado ustedes la fiesta a los senderos de monotonía rentable que les asegura el reparto del pastel pecuniario entre unos pocos. Y pretenden estrujarlo mientras puedan. De poco sirve anunciar un corridón de toros con tres toreros poco mediáticos pero con mucho que decir si lo condenan ustedes a la canícula agosteña. Dicho queda: este domingo se anuncia una señora corrida de Adolfo Martín para Rafaelillo, Manuel Escribano y Francisco José Palazón. Una corrida que debiera haberse ofrecido cualquiera de los días grandes de la Feria de Hogueras, cuando el ambiente rebulle en lo taurino, para mostrar la maravillosa variedad de esta fiesta brava. ¡Pero no! ¡Cómo se va a permitir la comparación entre estos toros y los que lidian las figuras, los que se lo llevan calentito! ¡Cómo se van a jugar ellos su prestigioso tirón en estas fechas agosteñas! Y mientras los aficionados se parten la cara por defender su libertad y la de la fiesta, ustedes calladitos. Y luego, si se da la fatalidad de que prosperara la intolerancia antitaurina, le echarán la culpa a los demás, cuando ustedes y principalmente ustedes están royendo las entrañas del más bello y auténtico de los espectáculos para llenarse los bolsillos y salir guapísimos en revistas de moda.

Pero siempre podrán matar al mensajero, eso sí? Háganselo mirar, los unos y los otros, que yo me vuelvo a ir de viaje. Resulta mucho más tranquilo y fresquito, ¡qué quieren que les diga!