Leo con interés el artículo publicado el 30 de julio por Manuel Avilés en ese diario bajo el título La cuestión catalana. Coincidiendo plenamente en todos sus planteamientos creo que para entender mejor su relato histórico y manifestaciones, e ilustrar con rigor, tanto a los llamados «españolistas» como a los manipulados y mal informados «independentistas catalanes», habría que explicar qué ocurre en Cataluña entre la revuelta de los segadores de 1640 y la toma de Barcelona de 1714. Seguro que no lo ha hecho por no prolongar la extensión de su artículo. Como considero que con ello su muy interesante exposición se entendería aún mejor, me permito complementar ésta con los siguientes datos.

La oligarquía catalana no puede controlar la revuelta de las clases populares urbanas y la de los «segadors», quienes atacan a sus intereses y asesinan hacendados sin control, aunque no están dispuestos a ceder a las exigencias que el Conde Duque de Olivares impone a Cataluña. Para restablecer el orden recurren al que hasta entonces había sido su enemigo, también el de Felipe IV, el rey de Francia Luis XIII. Los diputados catalanes Francesc Tamarit y Francesc Vilaplana firman con el Cardenal Richelieu el 7 de septiembre de 1640 el Pacto de Ceret por el que obtienen apoyo militar y se someten al vasallaje de Francia. Tres días después Pau Claris i Casademunt convoca a las Cortes de Cataluña y anuncia los acuerdos alcanzados con Francia.

Ante la situación creada en Cataluña el Rey Felipe IV forma un contingente de 20.000 hombres al mando del Marqués de los Vélez que toma Tortosa y se dirige a Barcelona. En octubre de 1640 las autoridades catalanas permiten a la flota francesa usar sus puertos y se obligan a pagar un ejército de, inicialmente, 3.000 hombres que se instala en Cataluña. En las navidades de ese año estalla una nueva revuelta en el interior de Cataluña de los más desfavorecidos, que incluso supera en intensidad y violencia a la que se libró en Barcelona el día del Corpus.

El día 17 de enero de 1641 el president de la Generalitat proclama la República de Cataluña, aunque una semana más tarde, ante el avance de las tropas de Felipe IV, anuncia el vasallaje y sometimiento de Cataluña al rey de Francia, Luis XIII, proclamando al rey francés Conde de Barcelona y Soberano de Cataluña con el título de Luis I de Barcelona. Tres días después de declarar a Luis XIII rey de Cataluña, el 26 de enero, las tropas franco-catalanas derrotan al ejército de Felipe IV al mando del Marqués de los Vélez en la batalla de Montjuit. Tras esta derrota, los tercios de la Corona Española establecidos en el Rosellón y en Rosas se embarcan para acudir a los distintos frentes abiertos en la Guerra de los 30 Años, y hasta después de finalizar ésta, tras la paz de Westfalia de 1648, no intentarán reconquistar Cataluña.

El sometimiento de Cataluña a Francia no colma las expectativas que las autoridades catalanas tenían al proclamar la República y separase unilateralmente de España. Por si fuera poco, tras el fallecimiento de su padre, es Luis XIV quien accede al Trono de Francia, y por tanto al de Cataluña, el 14 de mayo de 1643. Este rey ejerce el poder de modo absoluto, él está por encima del Estado, no están en sus planes respetar derechos históricos ni fueros en Cataluña.

Las tropas francesas se asientan en Cataluña como un ejército de ocupación. La Generalitat y los vecinos tienen que sufragar el salario de las tropas y su avituallamiento, la población debe sentar a su mesa a los soldados acampados, también deben pagar el forraje de sus monturas. Tampoco a los comerciantes les van mejor las cosas, han perdido sus mercados habituales en el resto de España y los productos franceses compiten con los locales favorecidos por su gobierno, Cataluña se convierte en mercado abierto para las mercancías francesas.

Esta situación hace que se produzcan disturbios, represión, el encarcelamiento de civiles y de autoridades catalanas. La firma de la paz de Westfalia en octubre de 1648 no significa el final de la guerra, ésta continua en Europa y Cataluña entre España y Francia, quien cuenta con Inglaterra como aliada. La citada paz ha permitido liberar de los campos de batalla suficientes contingentes de otros frentes. Con ellos Felipe decide intensificar las acciones para recuperar Cataluña. La situación es más propicia para los intereses españoles, el comportamiento de Francia en Cataluña les favorece. La situación bajo dominio francés ha empeorado respecto a la que había en tiempos de Felipe IV, ello provoca que prácticamente se desencadene una guerra civil dentro de su territorio, por una parte están los partidarios de seguir bajo dominio francés, por otra los que prefieren volver a la situación anterior integrados en España.

Don Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, se incorpora procedente de Sicilia en julio de 1651 a la campaña catalana. La primera acción que realiza al mes de llegar es sitiar Barcelona. Los intentos de las fuerzas españolas por romper el cerco habían sido infructuosos; la hambruna, las enfermedades y una cada vez mayor oposición en contra de los franceses por parte de los barceloneses, a quienes Juan José de Austria trata en secreto con esmerado tacto y diplomacia, hacen el resto. El virrey de Cataluña, Mariscal La Mothe, nombrado al efecto por Luis XIV, rinde la ciudad el 13 de octubre de 1652 y entran en Barcelona victoriosas y aclamadas por la multitud las tropas realistas. Don Juan José de Austria había negociado antes las condiciones y en nombre de Felipe IV otorga el perdón para Cataluña, comprometiéndose a restablecer los Fueros Catalanes. Por su parte los tres brazos de Cataluña aprueban reconocer a Felipe IV como rey de Cataluña y deciden por votación aportar 500.000 libras anuales los próximos tres años para sufragar los gastos de guerra contra Francia y prometen dar alojamiento y manutención a las fuerzas realistas acantonadas en Cataluña.

La batalla de las Dunes, cerca de Dunkerque, pone final a la guerra, en ella el ejército anglo-francés vence al español el 14 de junio de 1658. Esta derrota supone la desaparición de los hasta entonces victoriosos tercios españoles y la subordinación, de una despoblada, empobrecida y asolada España, a los dictados y exigencias de Luis XIV. En el Tratado de los Pirineos, que se firma el 7 de noviembre de 1659 en la Isla de los Faisanes, se fijan las condiciones de la paz. En él se establece en los Pirineos la línea fronteriza entre Francia y España, por cierto la más antigua de Europa, y también se acuerda que los territorios de Cataluña situados en su vertiente septentrional (el Rosellón y la Cerdaña) pasen a soberanía francesa. Entre otros acuerdos y cesiones, básicamente todos favorables a Francia, se acuerda mantener vigentes los «Usatges de Barcelona» y todas las instituciones catalanas vigentes antes de la guerra en ambos lados de los Pirineos. Los usatges, o usos, son la base del derecho constitucional catalán, se basan en normas recopiladas a partir del siglo XI que recogen las tradiciones catalanas. Un año después de la firma del Tratado de los Pirineos, en 1660, Luis XIV deroga en Francia los usatges y por tanto la legislación foral catalana y el uso del catalán, el 2 de abril de 1700 se publica un edicto real en Francia que prohíbe el uso de la lengua catalana en los actos oficiales. En los territorios de la Corona de España estarán vigentes hasta 1716 y serán derogados por otro rey Borbón, Felipe V, tras finalizar la guerra de Sucesión española. El actual Estatuto de Autonomía de Cataluña otorga a ésta un grado de autogobierno que ni los más acérrimos defensores de los usatges en el siglo XVII pudieron soñar.