Con demasiada frecuencia, el Partido Popular aparece como un partido zombie, sin alma y sin cabeza, prisionero de fantasmas ideológicos de los que no consigue desprenderse. De esta forma, cuanto más insisten sus dirigentes en hablarnos de renovación, en explicar sus virtudes centristas y recalcar el esfuerzo que hacen en la regeneración, con más fuerza se nos muestran muchos de esos fantasmas que tiene el PP desde tiempos ancestrales y que deambulan para recalcar sus orígenes posfranquistas y esa amalgama ideológica que con los años han forjado, atrapando desde la extrema derecha más rampante hasta personas más moderadas. Uno de esos fantasmas de los que el PP no consigue desprenderse es la xenofobia, ese odio hacia los inmigrantes que de forma periódica aparece en muchos de sus dirigentes y es utilizado electoralmente. Hasta el punto que se puede afirmar sin ningún género de dudas que en la historia del PP, aquellos dirigentes que más beligerancia y desprecio han mostrado hacia los inmigrantes, más han conseguido ascender políticamente, siendo el nombramiento de Xavier García Albiol como candidato del PP a la Generalitat en las próximas elecciones catalanas del 27-S la mejor prueba de ello.

Son muchos los dirigentes en la historia del PP que han venido adoptando decisiones y haciendo declaraciones polémicas contra los inmigrantes, en la medida en que desde que el PP existe como partido, buena parte de sus máximos dirigentes, a todos los niveles y en todas sus administraciones y territorios, han convertido la inmigración y a los inmigrantes en el centro de rechazos tan profundos como injustificados. Y lo han hecho al margen de toda lógica y del más mínimo respeto, construyendo sobre todas estas personas un imaginario de odios, culpas y acusaciones que en nada ha ayudado a la adecuada comprensión de un fenómeno que si algo necesita es sosiego en los análisis y rigor en sus valoraciones. No se trata solo de la generación de alarmas y rechazos sobre los inmigrantes, o la asociación reiterada entre inmigración y delincuencia que han hecho responsables del PP en toda España, sino de otras muchas barbaridades dichas con una sangre fría espeluznante. Recordemos al entonces alcalde de Callosa D'en Sarrià avisando de que los inmigrantes «podían empezar a violar niñas» (10 de enero de 2004), o cuando el PP de Fuerteventura pidió «la intervención de la armada para impedir la llegada de pateras» (25 de octubre de 2002), o la petición de Alicia Sánchez Camacho reclamando «la repatriación de los inmigrantes que se quedaran en el paro» (11 de noviembre de 2010), o incluso la amarga queja que hacía por entonces nuestro hoy presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por el hecho de que «180.000 inmigrantes estén cobrando el paro en España» (16 de septiembre de 2008). Son barbaridades de tal calibre que no necesitan de comentario alguno.

Pero más recientemente, dos dirigentes han sobresalido por hacer de sus políticas de rechazo a los inmigrantes la bandera de su gestión. El primero de ellos, Javier Maroto, exalcalde de Vitoria, quien con su política contra los inmigrantes agitó a la sociedad vasca y a quien la Fiscalía Superior del País Vasco abrió diligencias en el año 2014 para determinar el alcance penal de sus reiteradas declaraciones, en las que acusaba a los inmigrantes magrebíes de «vivir de las ayudas sociales y no querer trabajar ni integrarse», caso que fue finalmente archivado en marzo de este año. Tres meses después, Mariano Rajoy lo ha designado vicesecretario sectorial del PP y uno de los pesos pesados de esa aparente renovación que los populares dicen acometer.

Sin embargo, el nombramiento de García Albiol como candidato a la Presidencia de la Generalitat catalana ha vuelto a otorgar la máxima relevancia a un político del PP caracterizado por sus controversias xenófobas. No se trata únicamente de que siendo Alcalde de Badalona, Albiol convirtiera sus mensajes y discursos provocadores contra los inmigrantes en su seña de identidad, sino que ha sido el único cargo político en España que se ha sentado en el banquillo acusado de delitos de discriminación e incitación al odio, aunque finalmente fuera absuelto. Si como afirma el PP, Ciudadanos ha robado buena parte de su electorado en Cataluña, la designación de Albiol aleja al partido de ese electorado a cambio de alimentar un enfrentamiento frontal con los independentistas a base de una polarización ideológica con el electorado más reaccionario, anticipando una campaña repleta de bravuconadas y provocaciones. Pero lo más desalentador es que Albiol encarna a la perfección el discurso más rancio del populismo de derechas en línea con los postulados de la extrema derecha europea. Parece como si Rajoy hubiera abandonado cualquier posibilidad de negociación, optando por generar un conflicto que le obligue a intervenir finalmente contra el Gobierno catalán, todo un disparo en el pie a pocos meses de las elecciones generales, frente a esa impostada apelación a la moderación y la centralidad política que reivindican sin éxito.

La historia reciente de Europa demuestra el riesgo de que personas como Albiol alimenten hogueras complicadas de apagar después, algo que el PP parece ignorar.

@carlosgomezgil