Olvida los tambores

«Olvida los tambores» es la primera obra teatral de Ana Diosdado. Estrenada en 1970 con un reparto de lujo (María José Alfonso, Juan Diego, Mercedes Sampietro, Jaime Blanch, Emilio Gutiérrez Caba, Pastor Serrador) catapultó a su autora a la fama con una sencilla trama sobre el paso de la juventud a la madurez como tema central. Un atronador joven airado (Juan Diego) irrumpe en la familia con el lógico ímpetu de la juventud, que la madurez de otro personaje le aconseja atemperar: «Olvida los tambores», le dice el personaje que interpretó el veterano Pastor Serrador. Pues algo parecido sucede con la nueva concejala de Juventud y Protección Animal Marisol Moreno, que ha irrumpido en el Ayuntamiento de Alicante como un elefante en una cacharrería. Vaya por delante decir que comparto su apasionada defensa de los animales, que estoy de acuerdo con ella en la barbarie anacrónica que suponen las corridas de toros (con perdón de los taurinos) y muy especialmente con ese festejo tan arraigado en nuestra Comunidad como es el llamado «Bous al carrer», por no hablar de las barbaridades que se producen en el ámbito nacional teniendo como protagonistas a los animales, víctimas de la crueldad intolerable en una España democrática y en pleno siglo XXI. Pero una cosa es una cosa y otra es otra; ya en su toma de posesión durante la constitución de la nueva corporación municipal me pareció un tanto extravagante su promesa o juramento, con una reivindicación un tanto exhibicionista e innecesaria de su condición sexual. Sus ya famosos tuits muy agresivos contra todo aquello con lo que discrepa han creado malestar y protestas es muchos sectores que en mi opinión se podía haber evitado con algo tan sencillo como esencial que es la prudencia. Parece ser que esos exabruptos se produjeron antes de ostentar el cargo público que ahora desempeña, y que un sector conservador y bienpensante ha aprovechado para cargar contra ella; lo hecho, hecho está, y en aquellos momentos la concejala era totalmente libre para expresar sus opiniones. No sucede lo mismo ahora. Y el que uno esté de acuerdo con su apasionada defensa de los derechos humanos en todos sus aspectos no significa que no pueda estar en total desacuerdo con que esa libertad de expresión se siga ejerciendo, al menos de esa forma. Aquella espontaneidad digna de elogio en los momentos en que se produjo debe dejar paso a una actitud muy prudente, porque así lo exige su nuevo cargo; hacen bien los dirigentes del tripartito que nos gobierna en no escuchar las voces que exigen su dimisión por lo que puede considerarse «pecados de juventud», pero sería aconsejable la misma exigencia a la concejala de que la discreción y la prudencia acompañaran a su trabajo en esta nueva concejalía que muchos aplaudimos.