Alguien me dijo hace tiempo que siempre se van los mejores y así es. Conocí a Carlos de Aguilera hace muchos años, cuando nadie, siquiera, imaginaba que el animalismo algún día existiría. Por aquel entonces, sin redes sociales ni internet, sólo la palabra y los artículos escritos podían llevar el mensaje de la concienciación allá donde de otra forma era imposible llegar. Lo decía mil veces: «Sólo la educación cambia el mundo, sólo mostrando la importancia de la naturaleza, de la biodiversidad, de los animales, podremos crear un planeta más respetuoso con el medio ambiente».

Luchador empedernido y libre por naturaleza, Carlos fue uno de los primeros periodistas especializados en la divulgación medioambiental.

Reclutado por el propio Félix Rodríguez de la Fuente, fue el encargado de dirigir las escuelas de verano que éste creo en Madrid. Félix no pudo encontrar mejor colaborador, Carlos consiguió hacer de aquellos cursos un referente internacional y de allí salieron los mejores divulgadores naturalistas que ha tenido este país. Personas como Luis Miguel Domínguez, documentalista, y otros muchos vieron nacer su vocación en aquellas escuelas.

Tras ellas, Carlos de Aguilera siguió integrado en el órgano de dirección nacional de ADENA, asociación naturalista creada por el gran Félix.

Desde allí impulsó algunos de los principales programas para la conservación y protección del medio ambiente en nuestro país.

Más tarde, en busca de un retiro tranquilo, se trasladó a Alicante pero la inactividad y él eran dos cosas incompatibles. Siguió en la lucha sin descanso, publicando, dando charlas e, incluso, presentando libros como el primero que escribimos nosotros: «Los animales también lloran»... ¡Qué buenos recuerdos!

En fin que pierdo a un amigo y una persona a la que admiraba profundamente pero, por encima de todo, se nos va un señor, el caballero del medio ambiente que supo, como nadie, defender con pasión pero seriamente la idea de que es posible un mundo mejor para todos.

¡Descanse en paz!