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El jueves 9 de julio era la fecha. Los Teatros Nacionales anunciaban el paquete con su programación hasta el próximo mes de junio. El María Guerrero y el Valle-Inclán, las Salas Nieva y la Princesa, dependientes del INAEM y con Ernesto Caballero en la dirección artística, volvían a convocarnos para anunciar otro menú delicatesen. Tan esencial en estos tiempos duros para la cultura.

Aprovechando mi estancia en El Escorial me dispuse a desafiar las temperaturas tórridas y plantarme en el María Guerrero para saludar a Montse Iglesias, Mayorga, Caballero y tanta gente querida. Pero un golpe de calor me ladeó en un recoveco de la sierra. No importa, me dije una vez superado el trance del sofocón. Para eso están los informativos. ¿Cómo no van a dedicar un minuto a dar parte de que los teatros nacionales, los de todos, ya tienen emplatados unos menús de los chuparse los dedos de octubre a primavera? La programación ya la tenemos todos a un golpe de click en el dossier, pero de verdad que me daba mucha ilusión ver las imágenes de este anuncio del festín.

Ni que decir tiene que me tuve que quedar con las ganas. Que el teatro no tuvo hueco en las escaletas, y que, como ocurre con las presentaciones de la temporada de La Abadía, el Español o el Canal, el asunto se desvió a las radios, las agencias, a algún periódico, y dando gracias. Un desaguisado, no por asumido, menos triste.

Menos mal que el equipo de Atención obras estará al pie del cañón hasta el día 17 de julio. Invitando a su plató a gente tan interesante como los responsables de la Casa de la Portera, José Martret y Alberto Puraenvidia, o atendiendo estrenos como el Sócrates de José María Pou con el que se nos hace la boca agua.

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