Cuando la psicología se adentra en el complejo campo de los sentimientos, debe elegir el enfoque desde el cual abordar el asunto. Gracias a la neurociencia, por ejemplo, podemos determinar la ubicación cerebral más o menos exacta de algunos de ellos. Así, los estudios demuestran que las emociones humanas se originan en el llamado sistema límbico. Más específicamente, científicos de la Universidad de Concordia, en Canadá, descubrieron que tanto el amor como el deseo sexual están localizados en dos estructuras del cerebro muy concretas: la ínsula y el núcleo estriado; sin embargo, ambas están separadas. Curiosamente, en estas mismas áreas encefálicas se procesa la adicción a las drogas.

Pero hallar su ubicación, no es suficiente para conocer dichos sentimientos. En un terreno mucho más abstracto, el que trata de describir las sensaciones, se mueve el diseñador y editor estadounidense John Koening, quien afrontó la compleja tarea de etiquetar, mediante neologismos, sentimientos frecuentes en las personas y que, sin embargo, aún carecen de denominación. Con semejante planteamiento, Koening acuñó el término «Liberosis» para designar al deseo que en ocasiones experimentamos de preocuparnos menos por las cosas, de aflojar el control sobre nuestra propia vida, de ser menos competitivos y más despreocupados.

Otra de sus curiosas propuestas es «Vemodalen»; término con el que se pretende aludir a ese miedo a que todo ya se haya hecho antes. Somos seres únicos, pero existen 7.000 millones de personas tan únicas como nosotros. Al intentar diferenciarnos desesperadamente acabamos siendo idénticos, y eso puede acarrear verdadera angustia existencial.

Otro asunto importante en el campo de los sentimientos es el de su transmisión. ¿Cómo podemos transmitir un sentimiento con racionales palabras a otra persona que nunca lo ha experimentado y lograr que nos comprenda? Ciertamente parece muy difícil, debido a la propia esencia abstracta y experiencial de las emociones. Por eso, probablemente el arte sea más eficaz que la rigurosa descripción científica para conmovernos, o lo que es lo mismo, trasladarnos un sentimiento en su estado puro. La música, el cine, la fotografía, la poesía, la pintura, son seguramente vehículos eficaces para movilizar sentimientos entre un emisor y un receptor.

Y finalmente, si abordamos de pasada el eterno debate entre razón y emoción, podemos plantear un punto de vista basado en la creencia de que la verdad está en os sentimientos. Por ello, no es recomendable avergonzarse por ellos, ni juzgar a alguien por experimentarlos. Cosa diferente son las conductas que decidimos realizar a partir de ellos. Nuestros actos, eso sí, pueden ser valorados con el criterio de la razón.