El pasado miércoles el Presidente de los Estados Unidos, anunciaba la reanudación de las relaciones a nivel de embajada entre su país y Cuba, suspendidas desde el año 1961, confirmada por parte cubana por medio de la carta diplomática remitida al Presidente Obama por la máxima autoridad de Cuba, Raúl Castro. Con este anuncio se da un paso decisivo en el diálogo que formalmente se inició el pasado 17 de diciembre entre los dos países. Desde el primer momento, la apertura de aquellas negociaciones ha despertado gran interés, por supuesto en el pueblo cubano, pero también en todo el mundo, ante las nuevas perspectivas que allí se abren. El desfile de delegaciones extranjeras por la Habana es constante, tal vez la más renombrada, la visita del Presidente de Francia. Próximamente está programada la visita del Papa, quién ha tenido una posición clave en el desbloqueo de la situación. De la posición española apenas sabemos nada, lo que indica hasta qué punto la política exterior o bien es ajena a la preocupación de nuestros representantes políticos, o entienden que estos temas no deben estar expuestos al debate público, lo que está en clara contradicción con lo que debe ser el modo de proceder de un régimen democrático. También hemos de tener en cuenta que siempre y hoy más que nunca, la política exterior es también política interior y ello se puede predicar especialmente de nuestra relación con Cuba. A pesar de los vaivenes de la política, la relación con este país ha tenido históricamente una dimensión familiar. No puede ser de otro modo si tenemos en cuenta la relación histórica de este país con el nuestro; la gran de cantidad de españoles que a partir de los primeros años del siglo XX emigraron a Cuba; son muchos los cubanos que han adquirido la nacionalidad española. Ni en los momentos más graves, España rompió su relación con Cuba; baste citar como ejemplo, la actitud española de continuar con las relaciones comerciales ante el embargo decretado por los EE UU, habiendo en España un régimen tan alejado del cubano como el del general Franco. A la relación entre las familias españolas y cubanas, se añade el que Cuba ha contado durante muchos años con la presencia de la cooperación española, tanto de las ONG, como la oficial y en este capítulo hay que reconocer la aportación de la cooperación municipal, justamente aquella que tiene una relación mayor con los ciudadanos. Es una pena que desde el Gobierno de la nación, no se hayan aprovechado las posibilidades de cooperación con los municipios de una y otra parte, un factor esencial en la transformación del país. En esto como en tantas cosas pesó más «el qué dirán de la Unión Europea» que el hecho de tener una posición propia. La presencia de las empresas españolas, a pesar de la penalización de las leyes norteamericanas, ha sido puntera en Cuba. ¿Por qué en estos momentos se hace tan opaca nuestra presencia? No podemos en estos momentos desligarnos de los lazos que nos unen con el pueblo de Cuba. No se trata en absoluto de hacer renacer ciertos aires neocolonialistas. Por el contrario, la presencia de España puede contribuir enormemente al mantenimiento de la personalidad de Cuba. No se trata tampoco de alentar caducas posiciones antinorteamericanas, aunque es cierto que los intentos por asimilar a Cuba como uno de los estados de la Unión, son muy anteriores al régimen de Fidel Castro. Últimamente cuando se habla de la proyección exterior de España, se nos remite a eso que se ha dado en llamar «la marca España», como si de una entidad comercial se tratara. Es mucho más lo que está en juego, es la cultura española común a unos y a otros. Profundizar en nuestra relación con Cuba es necesario también para entender nuestra propia historia, nuestra propia realidad; muchas de nuestras tradiciones, de nuestras ilusiones, se han proyectado allí; alentarlas fortalece la personalidad de Cuba. Al hablar de la identidad, de la personalidad, no me estoy refiriendo a un mundo monolítico, cerrado. Profundizar en la identidad, es encontrarnos con la universalidad, y en el caso de Cuba una parte esencial de su identidad, juntamente con la aportación española es la africana. Félix Sautié, escritor cubano que con tanta información y pasión vive los acontecimientos de su país, escribía recientemente «que nuestra hispanidad y nuestra africanidad constituyen en mi opinión el «detente» fundamental anti-anexionista». Frente a la globalización que se nos impone, es necesario recrear el sentido de la universalidad, lo que implica cooperar, al tiempo que respetarnos en nuestra propia personalidad. Sin duda desde la realidad de las comunidades afroamericanas, nos podemos acercar por su proximidad, desde el sentimiento a la comprensión del mundo de África. Desde Cuba, el mundo de África nos puede ser más familiar, más cercano. Acompañar al pueblo de Cuba en estos momentos, significa a la vez que conocernos mejor como pueblo, ampliar la mirada de nuestro mundo.