Se ha repetido en distintos medios, por activa y por pasiva, por tirios y troyanos que Grecia no puede pagar la deuda. Es insostenible. Y no puede pagarla porque desde el comienzo de la crisis su PIB ha bajado un 25% entre otras razones por las medidas de austeridad impuestas por la «troika» -Banco Central Europeo (BCE), Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea-, las pensiones han perdido un 40% y los sueldos otro tanto, además de dispararse el paro.

Algunos bancos alemanes, básicamente, y franceses suministraron de forma alegre miles de millones a Grecia ya entrados en la crisis, como antes lo habían hecho a la construcción y a algunas empresas españolas. En nuestro caso, para garantizarse el cobro impusieron la modificación de la Constitución -artículo 135- que da preferencia al pago de la deuda; en el caso griego imponen el aumento de algunos impuestos como el IVA que son la garantía del cobro de determinados préstamos. O reducir la partida de las pensiones y retrasar la edad de jubilación, bajar sueldos de los empleados públicos. En definitiva, recortar gastos y aumentar ingresos para conseguir un superávit primario: más ingresos que gastos en el presupuesto antes del pago de la deuda. Es lo que han estado haciendo, con gran sacrificio y el déficit presupuestario griego se transformó en superávit, pero no del 4,5% que exigía la «troika» y ni siquiera así alcanza para pagar los intereses y la deuda. Además Grecia tiene una Administración ineficiente que los distintos gobiernos han intentado reformar, entre otras cosas para poder recaudar más. Por eso Grecia no puede pagar la deuda a pesar del esfuerzo que ha hecho.

Es como si usted tiene unos ingresos y después de muchos sacrificios consigue que sus gastos familiares sean menores: como la diferencia no sea suficiente que le permita pagar la hipoteca, la casa se la quitan seguro. Y el banquero le ofrece cobrarse la hipoteca directamente de la nómina y usted se apaña con lo que queda, aunque no le llegue ni para comer.

Lo que plantea Tsipras es en primer lugar renegociar la deuda -como la hipoteca nuestra-: alargar los vencimientos, rebajar los intereses y una moratoria de pago en algún caso. En la propuesta de la «troika» se habla de aumentar IVA, retrasar la edad de jubilación, modificar el gasto en definitiva para garantizarse los cobros los acreedores: el BCE, el FMI y los bancos alemanes y franceses. Ahora el presidente Juncker -aunque Merkel dice desconocerlo- parece que ha ofrecido importantes inversiones, renegociar en octubre la deuda si se acepta la propuesta y Syriza apoya el sí. Pero hasta el viernes la renegociación de la deuda se quedaba para «calendas griegas» o sea para ni se sabe. Calendas era el primer día de cada mes en que se rememoraba el martirologio romano, con los nombres y hechos de los santos, y las fiestas pertenecientes a cada día, pero los griegos no tenían calendas. No creían en ellas. Ni quieren seguir siendo mártires. No habrá acuerdo sin renegociar la deuda.

Pero el tema es una cuestión política. La crisis del euro es una cuestión política. Como fue una cuestión geoestratégica la entrada de Grecia en la eurozona, con las cuentas públicas falsificadas. El abandono del eurogrupo de uno de sus miembros fácilmente dispararía los intereses de la deuda -también la nuestra- y debilitará más si cabe la solidaridad europea aumentando la desconfianza. El primer ministro británico, Cameron se pondría muy contento. Por el contrario la solución -deseo- del problema griego implicará un giro en las recetas económicas de austeridad y reforzar la convergencia en aspectos económicos y políticos: mutualizar la deuda y avanzar en la línea que plantaban a primeros de este mes los cinco presidentes del BCE (Draghi), de la Comisión (Junker), del Consejo Europeo (Tusk), del Eurogrupo (Dijssebloem) y de la Eurocámara (Martin Schultz): implantar un seguro europeo de desempleo y otras coberturas, lo que exigirá una mayor integración fiscal y un presupuesto propio de los países del euro, lo que supone eurobonos y un tesoro común. Es una huida hacia adelante, pero es una solución posible. Puede ser la ocasión.