Es curioso el comportamiento del ser humano en lo atinente a cómo somatiza todo aquello que tiene que ver con sus derechos: el uso que hace de los mismos, el uso que hacen los suyos -sus amigos, sus compañeros de partido o ideológicos, etcétera- y el uso que hacen los demás, fundamentalmente quienes no son los suyos, aquellos que considera sus enemigos, sobre todo cuando el ejercicio de estos derechos entra en colisión con los derechos de los demás. Y si este discurso lo predicamos de los políticos las conclusiones suelen ser bochornosas. No es de recibo denunciar a tus adversarios políticos acusándolos de injuriarte, calumniarte o vulnerar tu derecho al honor cuando estos cuestionan tus comportamientos, tus conductas o tu ideología (negándoles así, contundentemente, su derecho a la libertad de expresión), y ampararte a continuación en dicha libertad, en ese derecho, cuando eres tú quien arremetes contra los demás diciendo que estás en el legítimo ejercicio de ese derecho. E insisto, cuando del mundo político se trata, el espectáculo que nos ofrecen supera cualquier escenario imaginable. Vean, si no, cómo están los juzgados de saturados con demandas y querellas de unos políticos contra otros negando o amparándose en la libertad de expresión según convenga, o de todos los políticos contra los medios de comunicación cuando estos no les son de su agrado. Y, créanme, les hablo con sólida experiencia de más de treinta años buceando en estos derechos y defendiendo a diversos medios de comunicación.

Como este discurso admite pocas excepciones hemos podido comprobar cómo los llamados partidos emergentes también practican con fruición esas espurias formas de entender la libertad de expresión y, por tanto, la libertad. En el caso de Podemos y sus sofisticados líderes, por ejemplo, la teoría expuesta y la práctica constatada reflejan a la perfección cuanto les relato. No les ha temblado el pulso a la hora de interponer querellas contra políticos o periodistas que se atrevieron a opinar de ellos y de ellas de una forma que a ellos y a ellas no les hacía ninguna gracia. Pregúntenle al expresidente Aznar y a Esperanza Aguirre como ejemplo de políticos, y a Eduardo Inda y Alfonso Rojo como ejemplo de periodistas, de medios de comunicación. En estos casos el derecho a la libertad de expresión -máxime cuando se produce en el debate político y entre políticos- no puede ni debe invocarse, no existe. Sin embargo, cuando se trata de expresiones vertidas por ellos mismos, por sus amigos, por sus compañeros de partido o sus socios de coaliciones políticas, la vara de medir podemita da un giro de 360 grados. Ahí sí que te ampara la libertad de expresión.

Y me estoy refiriendo a los comentarios que en su día fueron vertidos en diversos tuits por los concejales del Ayuntamiento de Madrid Guillermo Zapata y Pablo Soto, o el comportamiento de la también concejala Rita Maestre cuando se «asaltó» la capilla (católica, «of course») de la Universidad Complutense de Madrid. En estos casos todo son defensas a ultranza, comprensión infinita, uso del derecho a la libertad de expresión. Por muy ofensivos e injuriosos que los comentarios hayan podido ser, por muy xenófobos o antirreligiosos, por muy violentos u odiosos; no hay problema, en el peor de los casos eran cosa de antes y fueron realizados cuando no detentaban cargos públicos, responsabilidades políticas. Siempre hay un remedio placebo para curar los males de juventud y, de paso, anestesiar con estos placebos a la sociedad.

Pero también pasa con el derecho a la amistad, a la familia, a los allegados. Y en política tampoco hay excepciones «emergentes». Los nuevos ayuntamientos, sus nuevos inquilinos venidos de más allá de cualquier duda, inmaculados, «anti-casta y anti-caspa», reproducen fielmente aquellos defectos que tanto han denunciado. Así, Manuela Carmena ficha al marido de su sobrina como coordinador general de la alcaldía del Ayuntamiento de Madrid; Así, Ada Colau contrata a la pareja de su número dos, Gerardo Pisarello, como asesor del Ayuntamiento de Barcelona, y?. «Barcelona en Comú» contrata a la pareja de Colau. ¿Les cuela a ustedes dos o no les cuela? Y en fin, hasta el flamante alcalde de Alicante, Echávarri, del PSOE, contrata como asesora a la mujer del socialista Franco, Ángel. Pero además ve «machista» el veto de sus socios a la contratación, según relataba el diario INFORMACIÓN. Un argumento de peso que a buen seguro sabrán valorar muy positivamente las feministas.

Atribuimos a Heráclito de Éfeso el pensamiento de que todo fluye, todo cambia, nada permanece. El «Oscuro», como también se le conocía, se equivocó. Nada cambia, todo permanece: la curiosa forma de aplicarnos y aplicar la libertad de expresión, y la forma de aplicar la inmemorial costumbre de la agradecida amistad. «Adieu, mes amis».