Lo que parecía imposible terminó el pasado jueves, 18 de junio. Josep Rull, coordinador general de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), certificaba que la federación CiU había acabado. Se ponía fin a un pacto de 37 años que encarnaba la vigencia del autonomismo en Cataluña, tras la ratificación de la Constitución.

Después de la ajustada victoria de los partidarios de la vía soberanista «moderada» en el socio democristiano de la federación, Unió Democràtica de Catalunya, frente a los defensores de la independencia, CDC, liderada por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, adoptó una decisión que refuerza la idea de reconfiguración del sistema de partidos catalán, ante el horizonte de las denominadas elecciones «plebiscitarias».

Y es que el calendario apretaba a Mas a la hora de cumplir su objetivo: presentarse en septiembre con una «lista de país», presidencialista, con personalidades que vayan más allá de las siglas y un programa explícito a favor de la independencia. Todo ello le sirve para matar dos pájaros de un tiro: desembarazarse de las siglas CiU, asociadas a algo «viejo y corrupto», tras la confesión de Jordi Pujol y deshacerse de Duran i Lleida, que lastraba la credibilidad independentista del proyecto, en beneficio de otras formaciones. Así, Mas espera recuperar parte de los votos que han ido a ERC y mantener el primer puesto.

No obstante, lo que ocurra en Cataluña durante el verano está abierto: desde la convocatoria electoral (Mas recibe presiones de todo tipo para no adelantarlas), hasta la configuración de otras alternativas no independentistas (¿una Catalunya en Comú, semejante a la que dio el triunfo a Ada Colau en Barcelona?), que auguran fragmentación y un escenario difícil de gestionar? a la espera de lo que suceda en las elecciones generales de noviembre.

Cómo lo ven. Clarín señalaba las crecientes dificultades de la clase media brasileña (que englobaría a 55 millones de personas), agobiadas para poder afrontar el pago de sus deudas. Un 37% de los adultos de Brasil entraría en la categoría de «moroso», al rezagarse en el pago de sus tarjetas o préstamos. Los gobiernos de los últimos 10 años basaron el crecimiento económico en una expansión del consumo, a crédito; tras caer el PIB, muchos ciudadanos ya no pueden seguir el ritmo.

Quartz apuntaba la «reorientación» que han seguido los parques Disney en EE UU. Tras ser un destino clásico de las clases medias (desde 1955 hasta los años 80), la pérdida de poder adquisitivo de este sector tras la Gran Recesión ha obligado a los gestores de los parques a decidirse: o hacer más asequible el «producto» o dirigirse a los hogares con más de 100.000 dólares anuales de ingresos. Con el incremento de precios de las entradas, optan por los segundos.

Cómo nos ven. BBC resaltaba el ascenso de alcaldes de izquierdas en las tres ciudades más importantes del país (Madrid, Barcelona y Valencia), con una promesa compartida: tanto la juez Manuela Carmena, como la ex activista antidesahucios, Ada Colau o el profesor Joan Ribó tienen el compromiso explícito de poner fin a la corrupción en sus municipios, además de impulsar un estilo de gobernar más participativo y transparente.

Harvard Business Review analizaba el, a su modo de ver, exitoso modelo de negocio del FC Barcelona (glosado tras conquistar, recientemente, su quinta Copa de Europa). Ya es el segundo club más valioso del mundo y el cuarto en ingresos (después del Real Madrid, Manchester United y Bayern Munich). Su fuerza sigue residiendo, más allá de los buenos jugadores y entrenadores, en concebirse a sí mismo como «más que un club» (clave identificativa para sus seguidores).

Qué se cuece. El Confidencial Digital reseñaba que Netflix, el exitoso portal de series online norteamericano, llegará a España a principios de octubre? sin ambiciones excesivas. En ese sentido, no producirá ficciones (como sí sucede en EE UU), limitándose a doblar las series foráneas que emitirá aquí; la inversión publicitaria se limitará a webs y redes sociales y podría hacer pagar por su acceso unos ochos euros mensuales, con un mes de prueba antes de suscribirse.

El Tipómetro resaltaba que The New York Times y The Washington Post serán las primeras publicaciones estadounidenses en proporcionar a los periodistas los datos de visitas y lectura de sus artículos. La decisión es un arma de doble filo: por un lado, permite al redactor tener más información sobre qué puede interesar a sus potenciales lectores, de cara al futuro; por otro, el periodista puede frustrarse al saber que una historia sobre gatos puede interesar más que una crónica política.