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Estos días no se me va de la cabeza que Valencia estuvo en un tris de meterse hasta el cuello en la celebración de los primeros Juegos Europeos de la historia. Esos que, finalmente, tienen lugar en Bakú, en Azerbaiyán. Por estas tierras anduvo rondando el Instituto Noós, vendiendo estudios de viabilidad. Tentando a quien se dejara. No quiero ni pensar en los millones que podría haber costado el dispendio.

Televisivamente hablando, en nuestro país, estos Juegos Europeos de Bakú han sido una apuesta personal del director de TVE, José Miguel Díez, cuyo apoyo ha sido fundamental para que sean arropados con cariño similar a unos Olímpicos. De hecho, se volverá a ensayar la fórmula de Londres, de manera que cada espectador podrá disponer de cinco señales distintas simultáneas para elegir en directo o en diferido las pruebas que deseemos.

Está muy bien que, desde casa, podamos ejercer de «realizadores» del evento. Y verlo todo, cuando queramos y como queramos, pasando de una señal a otra con el brío con que lo hacían en tiempos, desde la mesa de control, aquellos realizadores que decidieron por nosotros en Seúl, Atenas o Beijing. Pero a mí los que me dan verdadera envidia son los profesionales adjuntos al área de Deportes que van a vivir dos semanas inolvidables. Gozando. Privilegiados son Paloma del Río y Amat Carceller, encargados de narrar las ceremonias y algunas disciplinas. Pero también Julia Luna, Alberto Sierra, Virtudes Fernández, Jesús Cebrián, Javier López, y aquellos que realizarán los resúmenes diarios, Rogeli Vázquez, Eva Aguilera y Ramón Carreras. Mientras unos pasan los días atribulados con sus pactos y una mayoría espera sus ansiadas vacaciones, este equipazo vivirá una quincena singular. Aunque espectadores, lo que se dice espectadores, no creo que seamos muchos. Esto no es un Mundial de Fútbol.

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