Estaba bastante desanimada porque ni en la campaña electoral ni es los pactos postelectorales se ha tratado la igualdad de mujeres y hombres como una cuestión prioritaria. Nunca es el momento, nunca toca hasta que algo hace saltar las alarmas. En la Comunidad valenciana ha sido la vergonzosa composición de la Mesa de las Cortes, exclusivamente masculina. Nada más democrático que un pacto entre todas las fuerzas políticas que han obtenido representación para que todas estuvieran presentes en ese órgano de dirección y gobierno interno. Pero en las cabezas de quienes deciden ese pacto democrático vive el pacto fundante de las actuales democracias: el pacto patriarcal, profundamente antidemocrático e instalado de tal forma en nuestras mentes que sólo las concienciadas críticamente son capaces de prever sus resultados antes de que se produzcan. No es, pues, una «lamentable anécdota» como lo calificó la futura Vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra. Si no hay conciencia feminista, esto ocurrirá una y otra vez.

De poco sirve que digamos que sin mujeres no hay democracia si lo reducimos a un mero cálculo aritmético y aupamos a cualquier mujer sólo por el hecho de serlo. Dijo Mónica Oltra hace unos días: «Se me ha atacado duramente por ser mujer». Quizá esta desagradable experiencia (que ojalá ninguna mujer tuviera que pasar) le haga replantearse muchas cosas sobre el significado profundo de la igualdad de mujeres y hombres y las nefastas consecuencias que acarrea la asunción de la igualdad formal, que es mero espejismo. Y a ese significado profundo se llega a través del feminismo, que es una teoría crítica del poder desde sus raíces. Ser feminista no es cuestión de biología, pero sí ayuda algo de biografía (pasar por esas desagradables experiencias a las que me he referido, entre otras) y necesita de bastante de «bibliografía», es decir, de informarse y formarse para transformar. Y eso requiere de acción colectiva, lo que implica un pacto feminista. Desde la Plataforma Feminista de Alicante lo hemos impulsado siempre. Ahora que varias de nuestras compañeras son representantes públicas confiamos en que lleven ese impulso. En las Cortes Valencianas, donde una de estas compañeras. Covadonga Peremarch, es diputada por Podemos, ya se ha materializado a través de una carta que su compañera de escaño, Cristina Cabedo, ha enviado a todas las diputadas una carta abierta proponiéndoles un pacto de sororidad. No es fácil. Somos diversas y no se pueden ocultar intereses varios, desde los personales hasta los partidistas, pero por encima de todo, ha de primar la unión que nos hará fuertes. Y esa unión se hace fuerte no con silencio, sino con diálogo constante. Nos hace falta ese pacto para desmontar el pacto no escrito antidemocrático. En efecto, sin mujeres no hay democracia, pero sin feminismo no es democracia.