No quiero tirarme tierra encima ni crearme más enemigos de los absolutamente imprescindibles. La situación social y política española es de una convulsión tal como no se había visto hace años. En el epicentro de esta situación convulsa como en el epicentro de los grandes terremotos está la corrupción. Si no fuera por Italia, con Berlusconi al frente, España sería el Big Bang de la corrupción. El hombre de a pie, el que vive de un salario escaso. El que necesita hacer más cuentas que Pitágoras para poder comer todos los días del mes, se enfada y se cabrea hasta lo indecible cuando ve que los políticos con sus necesidades cubiertas instalados en sus despachos con moqueta y secretaria se lo están llevando crudo. Acuérdense ustedes de Montesquieu «el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente».

Si repasamos la vida política española en los últimos años vemos a gente instalada en el poder desde hace lustros y lo consideran suyo, son más de sus muchas propiedades. El considerar el poder como propio. El sentir que las normas están hechas para los demás pero no para uno mismo. El sentirse impune y el ser avaricioso lleva a la corrupción necesariamente.

He dicho al principio que no quiero buscarme más enemigos de los estrictamente imprescindibles. Podríamos hablar del PSOE, pero sus asuntos de corrupción hoy, si echamos mano de las hemerotecas, aparte de los ERE andaluces, son antiguos, si apartamos también a Jordi Pujol y su familia, es hablar del PP.

Hace muchos años en unas cintas que tuvimos la oportunidad de escuchar a través de los medios de comunicación y que fueron invalidadas por el Tribunal Supremo por ilegales, ya salía el asunto corrupción cuando Rosendo Naseiro era el tesorero del PP. Ha pasado el tiempo y las operaciones en busca de dinero público se han multiplicado hasta el infinito.

Si echamos un vistazo por las prisiones españolas, hay alcaldes, hay consejeros, hay ministros... y los que faltan por entrar. En la inmensa mayoría de los casos se hablaba de financiación ilegal del partido, que de paso daba la oportunidad de enriquecerse uno mismo. Este fenómeno corrupto ha sido la piedra angular del caos electoral del PP. Tiene un suelo fiel de entorno al 25 por ciento de los que votan, pero el resto de las personas se han ido con su voto en el bolsillo. Han dicho adiós a un partido agujereado por los corruptos como un queso gruyere.

Hace un tiempo ya comentaba la necesidad de renovar con nuevos valores, de regenerar. Cuando digo regeneración hablo de democracia, de partidos políticos, porque sin partidos no hay democracia. Así lo dice la Constitución Española, cuando recoge que los partidos, su estructura y funcionamiento interno deberán ser democráticos. Asimismo, lo dicen los estatutos en todos los partidos. Pero ¿qué ocurre si no se sigue la democracia interna? Que los líderes son elegidos por un grupito, el que lleva la voz de mando y que no deja que nadie le pise los talones, es decir, se priva de posibilidad de ascender de cargo a todo aquel que no es elegido a dedo por el jefe. Ya me dirán ustedes si así puede funcionar la democracia cuando se anula por completo. Esto no es democracia, es otra cosa. Se impide que los cargos se remuevan con flujo democrático y llegamos al fracaso si se ponen a los amigos o los hijos del jefe político al frente. Otro error que rompe con toda democracia interna de partido es que crean firmemente en lo último. Pues si creyeran en democracia, transmitirían, comunicarían, conectarían más fácilmente con los ciudadanos convirtiéndose los partidos en fábricas de crear ilusión.

Ahora con las madres mías, que no caben más en la mochila, a ver si se afronta este golpe bajo con dignidad y sirve de lección, hoy y mañana, después de que los ciudadanos hayan plantado cara a la política. A ver si somos capaces de una vez por todas de reaccionar con más transparencia, más controles en el gasto de los partidos con una financiación nítida y clara.

Todo ello bajo el control de un ente dotado de la más absoluta independencia. Como «desiderátum» no se puede pedir más. Ojalá se lleve a cabo.