Casi diez días después de las elecciones municipales y autonómicas, tengo la impresión de estar todavía en campaña electoral. Tras la apertura de las urnas la noche del 24 de mayo, periódicos, noticiarios y tertulias políticas en televisión hablan de elecciones históricas, del fin del bipartidismo, de regeneración política y de pactos, sobre todo de posibles pactos entre distintos partidos que marcarán el final de gobierno del partido popular en muchas instituciones de la geografía española.

A pesar del tiempo trascurrido, creo que mucho, los partidos parecen enfrascados todavía en campaña. Y es que hemos asistido a una pobre campaña electoral donde los políticos han estado más preocupados de lo que ocurría en la casa del vecino que en la suya propia, otra vez, repitiendo un modelo español de finales de los 70. En cada mitin, han dedicado horas y horas en desacreditar y ridiculizar al adversario político relegando sus propuestas de gobiernos a una mera anécdota. En algo sí han coincidido y es en alejar a los populares de cualquier tipo de responsabilidad de gobierno. Pero no contaban con que el Partido Popular no necesitaba a nadie que los desacreditase, ellos solos con las campañas de Aguirre, de Rus y del mismísimo Mariano Rajoy se ha deshonrado, ellos y sus gobiernos de espaldas a los ciudadanos se han bastado para cavar su propia fosa política. Los demás partidos políticos no supieron aprovechar la ventaja que el PP les otorgaba, e inmersos en su lucha de poder, se enfrascaron en un «duelo a garrotazos» que podría haber inmortalizado el propio Goya, donde poco importaba el daño recibido, solo el que podían infringir y en una obscenidad verbal quedaron prisioneros de sus propias palabras aun sabiendo, como todo indicaba, que estaban condenados a gobernar juntos.

A pesar de que todos criticaron que las mayorías absolutas no son buenas, todos organizaron sus campañas buscando la mayoría absoluta, es la única manera que tengo de entender los ataques viscerales contra todo aquello que se mueva bajo unas siglas distintas a las propias. Ahora que ya no es un supuesto y que las urnas les obligan a sentarse, negociar y buscar formas de gobierno estables, ahora cuando las hemerotecas les muestra lo patético que pudieron llegar a ser frente a un micrófono buscando votos, ahora es cuando cada uno muestra sus heridas, las enseña culpando de sus males a los que tienen que ser sus compañeros de gobierno. Posiblemente si hubiesen medido sus palabras, si no hubiesen buscado el aplauso fácil y hubiesen sido más comedidos en sus discursos, ahora sería más fácil el camino a seguir hasta el próximo 13 de junio.

Pero bueno, a «lo hecho pecho». Espero que la arrogancia, la vanidad y el creerse mejor que prójimo o el pensar que eres poseedor de la verdad absoluta como muchos, demasiados, han demostrado en campaña, no les nuble la mente y pierdan de vista que los ciudadanos hemos votado, hemos apostado por un cambio, cambio que ellos son los encargados de llevar a cabo, para lo bueno y lo malo. Mientras el Partido Popular, el más vapuleado en estas elecciones, rumia sus miserias esbozando alguna sonrisa que otra cuando ven como los bipartitos o tripartitos se enrocan en punto de vista pueriles que dejan un trasfondo de luz que podría abrir las puertas de gobierno a un acabado Partido Popular.