Cuando era pequeña recuerdo a mi abuela en permanente crisis catártica, como por entonces eran los de la época que se habían criado en una España recia, adusta, vetusta y en blanco y negro. No sé si los que me leen tendrán esa edad para haber podido entrar en este viaje del tiempo, pero sino también les vendrá bien recordar. Pues bien, este «finde» después del otro convulso y políticamente revuelto, nos ha pillado entre dos caídas de cielo, sí ese que se supone, cual valle de lágrimas bíblico, podía caer «por tutatis» sobre nuestras recomidas cabecitas del siglo XXI. Entre esos cielos se podría encontrar el Festival de Cine de Alicante que ha comenzado su 12 edición con un premio muy digno, el de un gran actor Eduard Fernández, que, por cierto y para variar, en vez de hablar de cine (que no sería mala cosa) le ha dado también por dar clases de política. ¿Por qué todos los actores, productores y directores y demases del cine español saben de todo más que nadie? No dudo en absoluto de su facilidad de criterio, tampoco de su suma y vasta cultura general, pero de ahí a poseer la «bola de Drach» o de la Bruja Avería y saber que Ada Colau, Manuela Carmena y alguno más es infalible, inalienable, perfecta, inmaculada y divina de la muerte mortuoria (algo así como inolora y virginalmente pura como la misma Vestal de las Cariátides?) pues hombre? va un trecho. Conste que me fascina Eduard, y que me encanta que la crítica sea de primer nivel (el IVA cultural es efectivamente una barbaridad cósmica inenarrable), pero de ahí a que no se acuerden ellos mismos de que hay que pagar también impuestos y alguno haya (alzhéimer mediante) olvidado que creo sociedades especiales de pago? pues eso, que el sector también podría hablar de Buñuel, o de cómo apañar tanta mediocridad cinematográfica pululante, o qué hacer con las productoras de algunos amigos de las teles, o qué opinan del duopolio de A3Media y los amigos de Vasile en Mediaset? etc etc y otra vez cayendo el Cielo de los Galos sobre esas excelsas y «cultísimas» infalibles cabezas de tanta cultura progre española. El otro cielo es el que ha brillado sobre la ciudad de Elda, donde mi amigo Pepe, y don Joaquín Maestre, los dos almas de ese pedazo de equipo que me ha embargado el alma este año (Elda Industrialy, sus jugadores, maravillosos desde el capitán hasta el último hipster de los que han defendido esa camiseta y toda una filosofía de vida) están en Moros? y hasta Cristianos. Elda, ciudad patricia de un valle industrial, rico, de gentes de bien vivir y más de bien trabajar, es junto a Alcoy de esas ciudades que hacen de nuestra provincia una tierra rica, muy rica, en todos sus matices y todas sus dimensiones. Y sus fiestas, como las de Alcoy, son una celebración de vida, de pura vida. Hay alguno que también abogaba por la supresión de «tamaña gesta antiárabe» lo cual me tiene despiporrada del chiste infumablemente inculto desde que leí la noticia. Ahora bien, que después de que se vuelva a desempolvar la «alianza de las civilizaciones» zapateril, puedo creérmelo todo, todo, todo. Pero desde aquí me encantaría que al menos estas líneas contribuyan a que la Cultura de las Fiestas con sentido sean no solo el cachondeo padre (que también) sino que cuando vayamos a Elda de paso sepamos que ese poso cultural arranca en el Museo Arqueológico de mi buen amigo y mejor director Antonio Poveda, para mayor gloria de su gran alma e inefable recuerdo de quien durante estos años le ha tratado con desdén como a tantas cosas y por ello ha pagado y todavía pagará mucho mas. Porque Roma, queridos amigos, no paga traidores y menos soporta mediocres. Pues lo dicho, entre esos dos cielos que ya no caen pero sí se alzan sobre nuestras cabezas, el futuro se adivina curioso, voluptuoso y sobre todo esperanzador, eso sí, discutido un rato. Feliz Domingo de los Galos, que de los Cristianos ya fue conquistado por siglos.