El cambio político, un proceso constante que no siempre mejora la vida, asoma ahora marcado por la buena esperanza. Ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas servirán para eso o no. El trabajo para aprovechar los resultados esperanzadores del domingo 24M, es urgente. Lo es mucho más que la prisa mostrada por algunos para conseguir la vara de mando en los próximos días. El tiempo se contrae y adquiere el valor de instrumento eficaz para acelerar el cambio siempre tan necesario.

El buen cambio político viene propiciado en esta ocasión por la pérdida de mayorías absolutas. Viene empujado por la lucidez demostrada en el voto de las personas que piden la implantación de la justicia y la libertad a través de las instituciones. Empleo, impuestos justos, vivienda digna y accesible, transporte de calidad... marcarán las condiciones de esa implantación. Este estimulante cambio lo han alentado y lo han engendrado quienes, desde la indignación sentimental han avanzado hacia formas abiertas de comunicación política y de transformación de las malas condiciones de vida y del mal ejercicio de la representación política.

El cambio político, con esos objetivos, no puede concretarse en la personalización del poder. Los tiempos ingratos han traído una mejora de la conciencia vecinal que ya no se conforma con la fama del jefe ni acepta el culto al mandarín. Ni se conforma con la lógica del crecimiento económico que no ha propiciado empleo, bienestar ni dignidad.

El cambio político puede inclinarse hacia una reproducción de la mala práctica política arraigada en España desde los años de la reimplantación democrática. Hay fuerzas políticas para opciones contradictorias. La derecha que pierde respaldo social en esta convocatoria electoral, ya está reaccionando públicamente por boca de la desbocada Aguirre. También reaccionan en sordina otros no menos preocupados por la devaluación del poder que supone este atisbo de sociedad igualitaria. Y resuenan los voceríos de quienes esperan resucitar los antiguos modelos de poder, de democracia meramente representativa. Son los que desprecian el enorme esfuerzo de confluencia que ha permitido desalojar a una parte de la derecha. No hay que asustarse ante la prepotencia resucitada, hay que resistir con la misma cordura y serenidad con que se ha ido avanzando desde aquel 15M que tan fecundo ha resultado.

Preocupa así descubrir el rápido interés de algunos personajillos por detentar la «autoridad máxima» en la ciudad, en la provincia, en la Comunidad Autónoma. Las coartadas son, hoy como ayer, la consecución de la gobernabilidad, el reconocimiento del pedigree político, la razonabilidad y la mesura... y cuanto más pueda caber.

El trabajoso empeño de Guanyar por implicar en los debates programáticos, en la elección de candidatos al mayor número de vecinos y vecinas, no va a decaer en esta coyuntura que conduce al puerto de la elección del alcalde por los concejales (todavía). La participación activa que ha propiciado, le permite exigir, con esa legitimidad conquistada también en la urnas, la promesa pública de propuestas concretadas en plazos y en controles a los que someterse periódicamente, no más allá de cada trimestre. La vieja, y saludable, aspiración que engendró a IU resucita mejorada. Espero que no resuciten también los jefes que pueden derivar en cabecillas y además en abusones. Es la lección que nos enseñó Marvyn Harris.

La memoria de dos investiduras, en circunstancias menos maduras, ilustra el carácter y los resultados de los acuerdos apresurados para la investidura en la legislatura de 1987-91 o de los más pausados en la de 1991-95 para la concreción de los acuerdos presupuestarios en el primer año. El resumen fue nulo, tanto en una como en otra.

La primera, con mayoría suficiente, aunque no absoluta del PSOE, consistió en pactar lo que consideraban minucias (cultura, por ejemplo, o el cambio de nombres franquistas en unas pocas calles) con EU mientras arreglaba con la derecha las grandes cuestiones económicas (PAUs 4 y 5, laxitud en el control de las grandes contratas de transporte, limpieza, recogida, servicios en los que inició su carrera «empresarial» el malhadado Ortiz). Ni siquiera en el tema de cultura se mantuvo la colaboración más allá de tres meses. La cultura quedó prisionera de las aficiones particulares y no cuajó en ninguna fórmula de recuperación cultural.

La segunda, con mayoría más que precaria del mismo partido, prolongó las conversaciones para el acuerdo presupuestario que, con concesiones por ambas partes, cuajó en un conjunto de puntos. EU dio su voto a los presupuestos de 1991-92, los acuerdos alcanzados se incumplieron en su gran mayoría. Las negociaciones con EU finalizaron cuando el equipo de gobierno obtuvo la fidelidad de los dos votos (SCAL y concejal tránsfuga del PP) que necesitaba para conseguir la mayoría en los asuntos más decisivos.

En este tiempo de esperanza, que las urnas han alimentado, hay que practicar la bienintencionada memoria, la que nos permite enderezar los caminos torcidos. Por todas las partes. La llegada de nuevas personas, jóvenes y maduros valores para el trabajo serio de recuperación democrática, de limpieza política, merece una atención y un respeto exquisitos que eviten la recuperación, a corto o medio plazo, de los modos prepotentes, o de cosas peores.

Así que hay que reunir el máximo esfuerzo, la imaginación, la inteligencia, la voluntad buena, necesarias para construir sobre la destrucción, para recuperar lo que es de todos, para devolver a la ciudad y sus habitantes, formas de convivencia. Muchos son los retos, los que parecen más urgentes e importantes: auditar y controlar a las empresas que se benefician de los dineros de todos, habilitar espacios para el desarrollo digno de la vida en las viviendas, las escuelas, los espacios de ocio y recreo... dar voz y voto a las personas individuales, a las asociaciones, a los grupos artísticos... Y reducir el poder excesivo que la Alcaldía ejerce, obligándola a someterse al legítimo control democrático.

Los pactos, necesarios, no pueden realizarse bajo la ficción ya largamente practicada por los «mandarines» que han removido los escenarios durante tantos años. La tarea es larga, quienes la asumirán a partir del 13 de junio no estarán solos, al menos quienes han apostado por esa forma colectiva de trabajo político. También mi amor os acompaña, desde la izquierda.