Ya lo venimos afirmando en muchos foros: las consecuencias y las secuelas que dejará esta crisis, pueden ser tremendas. Una de las consecuencias que ya se está notando en el aumento de la brecha entre ricos y pobres. Sí, digo bien: cada vez hay más ricos y cada vez hay más pobres.

La desigualdad entre ricos y pobres en los países de la OCDE ha alcanzado su nivel más alto desde que existen datos desde hace tres décadas, según un informe publicado por esa organización en el que se recomienda reducir la precariedad laboral y las brechas salariales vinculadas a las diferencias de género. En el caso de España, el estudio señala que la pobreza está «muy por encima de la media de la OCDE».

El elevado nivel de desigualdad en España es fruto, fundamentalmente, del elevado paro en el país, y es que España ha sufrido la caída «más importante del empleo en la OCDE», después de Grecia. También incide negativamente en la situación de las familias el tipo de empleo, ya que los hogares que obtienen sus ingresos del trabajo «no estándar» (temporales y con salarios bajos) corren un «alto riesgo de pobreza». Su tasa de pobreza asciende al 31% en España, frente al 22% de media de la OCDE.

De media, los salarios de los más pobres en España cayeron un 13% al año entre 2007 y 2011, mientras que los ingresos del 10% más rico de la población solo se moderaron un 1,4% anualmente en el mismo período.

Además, el informe indica que «las reformas fiscales introducidas entre el 2007 y el 2012 han reducido las prestaciones sociales de manera considerable y han incrementado los impuestos». Como resultado, los ingresos de los hogares se han reducido, tanto para aquellos con empleo como para los parados.

Las reformas fiscales y de las prestaciones sociales desde el 2008 inicialmente amortiguaron el impacto del paro sobre la desigualdad, con la creación de una ayuda para parados de larga duración. Sin embargo, desde 2012 la tendencia ha sido la de disminuir el gasto social y elevar impuestos. Así, por una parte se ha perjudicado a los parados al mantener el valor de la prestación constante, es decir, que no aumentó con la inflación, y al recortar al 50% de la base salarial la cuantía una vez pasados los seis meses sin empleo, desde el 60% anterior. Y para los hogares con ingresos también ha habido consecuencias, al elevar las tasas del impuesto sobre la renta.

En conjunto, el 10% de la población del llamado «club de los países ricos» gana 9,6 veces más que el 10% más pobre, una proporción que se ha incrementado respecto a la diferencia 7-1 de los años ochenta y del 9-1 de inicios del siglo actual.

En 2012, el 40% de los hogares más pobres de los 18 países de la OCDE con datos comparables disponía de solo el 3% de la riqueza, mientras que el 10% más favorecido controlaba la mitad de la riqueza de los hogares. «El 1% más rico poseía el 18%» de la fortuna del conjunto de los hogares analizados, subraya el informe.

El informe de la OCDE también destaca que los jóvenes son los más afectados por la precariedad, ya que el 40% no disfruta de un puesto de trabajo convencional y la mitad de los contratos temporales los firman personas que aún no han cumplido los 30 años. Otro factor clave para analizar el problema es la desigualdad de género. El creciente número de mujeres trabajando ha «ayudado a frenar la desigualdad», pero éstas siguen cobrando un 15% menos que los hombres.

La proporción de hogares con mujeres que trabajan se ha mantenido en niveles de hace 20 o 25 años, pero la desigualdad de ingresos ha crecido.

Aunque las últimas reformas del mercado de trabajo han servido para algo, tenemos que insistir en que quedan aún por afrontar enormes desafíos teniendo en cuenta que la debilidad y la desigualdad del mercado laboral ha tenido como consecuencia una destrucción de empleos sin precedentes en los trabajadores poco cualificados y los jóvenes. El empleo ha caído, en casi un tercio entre los hombres en edad de trabajar sin educación secundaria, en más de la mitad entre las mujeres jóvenes y en más del 60% entre los hombres jóvenes.

Así, y aunque sea, sin lugar a duda, un gran motor de desarrollo y permita avanzar en la reducción de la pobreza, la teoría y la realidad demuestran que el crecimiento económico no es neutro. El crecimiento no favorece a toda la sociedad por igual; suele favorecer más a unos que a otros.

En este sentido hay diversos tipos de crecimiento. Hoy en día algunos economistas usan el concepto de la «tasa de crecimiento pobreza-equivalente» (Poverty Equivalent Growth Rate-PEGR). Esta tasa nos permite verificar si los pobres se han beneficiado del crecimiento económico de un país o no durante una época determinada. La PEGR es la tasa de crecimiento que arroja la misma reducción de la pobreza que la que se daría si el crecimiento observado en un país hubiera sido neutro. Si la PEGR es mayor que el crecimiento observado, el crecimiento es pro-pobres. Si es menor, pero positiva, el crecimiento es trickle-down (derrame); el crecimiento reduce la pobreza pero aumenta la desigualdad. Por el contrario, si la PEGR es negativa, el crecimiento se define como anti-pobres: las ganancias del crecimiento son recibidas por los ricos y, a pesar del crecimiento, la pobreza aumenta.

La economía española debe crecer, aunque sea poco a poco, pero sin olvidarse nunca de un gran número de españoles y españolas que, aunque nos cueste creerlo, son pobres.