Como diría Aristóteles, y más menos lo que viene a ser en tiempos de los griegos el «zoon politikon», el hombre puede (y creo que debería, vamos...) ser un animal político, evidentemente entendido como un ser consciente que valora y participa moralmente de las decisiones de su ser y las de su comunidad, eso que hace tiempo que echo de menos como se echan de menos las margaritas en el campo o el olor de las buenas cosas desde hace algunos lustros… Hoy domingo de elecciones se levanta soleado en casi toda España y no se puede una, ni se debe, zafar de la gran conversación del día. Eso que llaman ir a votar, es decir, algo que nos costó años conseguir tras una intensa y dificilita dictadura de un señor de por ahí del Ferrol que parecía que se iba a enrocar cual momia viva y no dejarnos ni un hálito al cambio y a la democracia. Tras ese «pequeño» espacio de la dimensión tiempo (vaya tela, de cuarenta larguísimos años...) que a alguno se le hizo peor que la lección de Newton en el instituto… pues tras esos impagables lustros y una Guerra Civil previa, llegó un señor llamado Suárez y con un par (porque tenía un par o dos pares de eso que hay que tener en la vida...) y el apoyo oculto de algunos como Carrillo o la de una Monarquía Constitucional, con eso y más, consiguió «transitar» nuestra vida hasta unas elecciones que inauguraron la democracia española en toda su dimensión. Después vinieron el 1982 del triunfo de Felipe González ( arrollador, la verdad...) y el cambio de nuevo con un señor castellano y recio listo como José María Anzar. Hasta aquí todo dicho. Se supone que ayuntamientos, autonomías y demases han ido desarrollándose en estos ya muchísimos años de democracia, que ya no es tan joven señores (alguno se le olvida contar o cuenta como cuenta la vieja y resta...). Pero conviene no olvidar todo esto porque el hombre, ante todo (es decir, y mujeres) es un ser que suele tender a la obviedad de lo que no es obvio. A la eliminación de la Historia y, mira por dónde, se olvida de lo más cercano para recrearse en «chuminadas» varias que le hacen pensar en cualquier cosa menos en lo realmente importante. Pues bien, hoy me gustaría destacar el estilo, el estilazo, la súper clase, el mega bellezón que supone tener este mundo que tenemos donde se discute, se dice, se puede hablar, se puede diferir y, sí señores, hasta votar. Porque no nos olvidemos que sigue habiendo sitios donde ese verbo, votar, es igual a que te aticen con el burka y te lo pongan por montera o de faja verbenera cual mordaza a la usanza medieval (eso sí, no te rebanan el cuello para que con la cabecita en la bandeja de Salomé tengas que hablar por morse, claro). Todo esto lo digo porque sigo escuchando que los jóvenes no creen en el sistema (perpleja me deja semejante aseveración, fruto de la lectura de nuestros precisamente democráticas bibliotecas del sistema), detestan la palabra política y prefieren pasarse el día y la tarde de una ocasión como esta en la playita en general. Oyes a los «youtuberos» que les «sorben el tarro» y «lo flipas» pero mucho de ver cuánta incultura histórica y desparpajo mental más mareado que el pato Lucas manejan los nuevos líderes que achuchan las orejas de mi hijo y sus colegas, es decir, de casi todos los adolescentes y razas juveniles que pululan por el ecosistema. Así que el «homus» y la «mulier» política tiene que ser reivindicada de nuevo. Como el que reivindica el consumo de la alcachofa para la dieta, porque sin esos «individuos e individuas» que tanto critica el antisistema fashion de turno, a ver quién diantres se dedicaba a ordenar, discutir y hasta currarse que todos los demás nos levantemos y tengamos hasta acequias, luz, farolas y yo qué sé en cada ciudad que se precie. Hoy me parece que tener estilo es tener los «santos bemoles» de reivindicar que cuarenta años si son algo, que no son moco de pavo, que merecen que la tropa vote, lo que le venga en santa gana, pero lo haga. Que se ponga sus mejores galas y vaya a tomarse el chato de vino o los churros o el cafetito o lo que «le rote» pero que en medio ejerza un derecho que costó sangre, sudor y lágrimas a miles de españoles que no lo hicieron para que hoy pasemos de ellos. Y que eso se traduzca en la esperanza de que sepamos quiénes somos, quiénes queremos ser y quiénes vamos a construir entre todos. Feliz domingo libre.