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No diré yo que el carisma esté sobrevalorado, porque siempre ayuda. Caer bien al personal es importante para gobernar y hasta para hacer trámites en una siniestra ventanilla del Catastro, por ejemplo, lo cual no impide que los ciudadanos te voten si eres un «sieso» o los probos funcionarios te echen a patadas. Depende.

Es indudable que sumar viene bien y el carisma, como la belleza, suele ser un rasgo objetivo de la personalidad humana que me da mucha envidia, como a cualquiera que carezca de ambos elementos, porque les da a otros muchos puntos sin ningún esfuerzo. Hay ejemplos para una cosa y para la contraria: siempre se habló del carisma de Felipe y de Suárez contraponiéndolo al gesto torvo de Aznar, los tres han sido presidentes votados por aclamación y por igual tienen detractores y defensores, pero seguramente a los primeros les costó menos vender el mensaje inicial que a Aznar, tan antipático incluso para los suyos, incluso ahora.

Son elementos de la personalidad que están ahí y si se saben aprovechar son un arma de destrucción masiva, porque la personalidad arrolladora y la simpatía a menudo son una manita de pintura que oculta humedades, y los desconchones van a salir más pronto que tarde, cuando ya hayamos comprado el apartamento o al candidato. No debo ser el único que juzga por primeras impresiones y, aunque luego ajuste el tiro, sean los dos primeros minutos en los que conoces a alguien los que determinan si te llevarás bien, a muerte o indiferentemente. Pero que te caiga bien alguien no es sinónimo de que sea lo que más te conviene y de eso sí que tengo ejemplos personales para aburrir, porque tengo la virtud de empatizar con los que menos cuenta me traen. Y así me va.

Ahora mismo es muy difícil que personalidades arrolladoras tengan espacio en los partidos políticos tradicionales, porque los líderes nacionales de PP y PSOE son grises como la televisión en blanco y negro -que así fue durante muchos años-, lo afirmo, que yo la vi y seguro que hay quienes no pueden creer tal hecho. Si el primer espada es aburrido tirando a plomizo, sus equipos suelen ser a imagen y semejanza, ya que si alguien listo quiere prosperar en esos entornos sabe que le toca ocultar su perfil brillante salvo que quieran ser despeñados a las primeras de cambio. Un emperador romano tenía una mente lúcida y consiguió, en defensa propia, pasar por imbécil; afortunadamente para él porque si Claudio no se hubiera mimetizado de tonto del haba, en vez de ser emperador y gozar de los placeres de Mesalina, hubiese obtenido una oscura ejecución ordenada por Calígula o por los Pretorianos tras el regicidio.

O sea que algunos puede que no sean tontos sino que se lo hagan, a veces maravillosamente, de tal forma que se enmascaren en el paisaje de mediocridad. Lo que vale para los partidos tradicionales, es mucho más difícil de extrapolar a los emergentes, porque sólo desde una posición carismática personajes como Iglesias o Rivera han logrado su espacio. Para llenar de candidatos lo que era en origen una mesa camilla y una dirigencia que cabía en un taxi se ha tenido que recurrir a tipos de aluvión, algunos recién comprados en el «Todo a Cien» o en las tiendas de chinos, y o les fallan las pilas o se les cae el dorado en cuanto rascas.

Caer bien a primera vista, como tener don para vestir combinadamente, hablar bien en público, gozar de dinero por castigo, ser atractivo o correr cada kilómetro en menos de 4 minutos, son dones que envidio con furia asesina. No sé si algunos de nuestros candidatos/as, los poseerán en todo o en parte, lo que es seguro, dada mi trayectoria, es que los que más me cautiven serán los que menos me convengan. Es posible que a ustedes les vaya bien con ellos, quién sabe si lo mismo que le va mal al Indignado Burgués es lo que le va bien al ciudadano de la provincia de Alicante.

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