Assassins de raons, de vides, que mai no tingueu repòs en cap dels vostres dies i que en la mort us persegueixin les nostres memòries (Lluis Llach).

Esther Benito Merino en Pikara escribe: «¿Y si fueran futbolistas en vez de mujeres asesinadas?» y reflexiona sobre qué pasaría si esto sucediera. En 2007 una Ley Orgánica se votó en el Congreso de los Diputados, a iniciativa del Gobierno de Zapatero, para lograr la igualdad efectiva de mujeres y hombres, «supone la ausencia de toda discriminación por razón de sexo, tanto directa como indirecta». Esta ley colocó sobre la mesa el drama que sufren tantas mujeres, se estima que más del doce por ciento de las mujeres españolas han sufrido y sufren algún tipo de maltrato. Esta ley, como todas, es el marco, el instrumento, que facilita recorrer en este caso un largo camino, camino minado, en donde una cultura machista se aferra a sus privilegios con uñas y dientes, con cuchillos, armas de fuego y garrotes. Ya no suele decirse la mató «porque era mía», la mató «porque la amaba con locura». En cuanto a las víctimas se les suele reprochar por qué no lo denunció; algunas retiran inclusive la denuncia (Síndrome de Estocolmo).

Si fueran futbolistas... Según las Naciones Unidas en 2012 unas cien mil mujeres en el mundo fueron asesinadas; la mitad por su pareja, expareja, familiares. En la medida que cada vez más mujeres estudian, trabajan, deciden cuándo tener descendencia, participan en organizaciones sociales, en partidos políticos, sindicatos, en la cultura, el deporte, el machismo no por ello disminuye. Se agazapa, siempre le han tenido miedo a las mujeres, pero ahora más. Cada vez al machismo le cuesta «conquistar» a una mujer obediente, que esté a su servicio.

Protección: en 2013 el 18% de las mujeres asesinadas pidieron protección, pero sólo el 8% la tenían. Y las medidas de protección no suelen ser eficaces. El asesino viola las limitaciones que deciden los jueces; no le importa ser detenido y pasar años en la cárcel. No le importa matar a la madre de sus hijos. Algunos, después, se suicidan, después, no antes. Y no se trata de enfermos mentales. Es una cuestión que tiene que ver con la educación, con las costumbres. Tan convencidos como los miembros del Estado Islámico cuando ejecutan a sus víctimas: no sienten la más mínima consideración, matan siguiendo un estricto protocolo sabiendo que son filmados.

Si fueran futbolistas... Pero no, son mujeres. En esta campaña electoral hay que tener en cuenta este problema. Desde los ayuntamientos no es poco lo que se puede hacer. Hay que aplicar de forma contundente e incuestionable la Ley Orgánica de protección contra la Violencia de Género.

El panorama de violencia contra la mujer en el país sigue siendo alarmante. Plataformas feministas, organizaciones civiles, políticas y sindicales, reclaman apoyo del Estado. Ahora tenemos la oportunidad de exigir un Pacto de Estado contra la Violencia Machista, con la implementación en todos los centros escolares de programas educativos encaminados a la prevención y educación para la igualdad.