Quizá no lo sepáis, pero es el sitio donde mejor se come de la Galaxia. ¿Qué digo de la Galaxia? ¡Del Universo entero! Hay un plato hecho con arroz y pescado, que creo que se llama caldera o caldero o puchero o no sé cómo diantre, que me produce alucinaciones gustativas cada vez que lo recuerdo. Lo probé en un viaje de incógnito a una islita que se llama Tabarca. Algo serio, oigan. Nadie debería llegar hasta aquí arriba sin haber probado uno. Eso sí que es un pecado. Además de comer bien, en España son graciosos. Pero graciosos de verdad, no como esos chinos que aún no he entendido de qué carape se ríen. Además, hacen chascarrillos con todo, incluido conmigo, y eso es lo que más gracia me hace. Fijaos si no:

«Dios llama a Adán y le dice:

-Tengo una buena noticia y una mala.

-La buena primero, contesta Adán.

Dios responde:

- Te voy a hacer 2 regalos, un cerebro y un pene.

-¡¡Fantástico!! ¿Y la mala?

-No tienes suficiente sangre para hacer funcionar los dos al mismo tiempo».

¿Lo habéis pillado? Ay? ¡qué me parto la nube! Eso solo se le ocurre a los españoles. Porque ¿sabéis lo que inventan? por ejemplo?. Los finlandeses? Mirad, mirad:

«¿Cuál es el mejor ajedrecista del mundo?

-Moisés, porque hizo tablas con Dios».

¿Dónde está la gracia? ¿La veis por algún lado? En serio, eso es un chiste o la homilía de un funeral. Por eso me encantan los españoles, porque se ríen hasta de su padre, eso es, hasta de mí.

Por cierto? ¿todo esto venía por...? Yo mío? me estoy volviendo despistadete? ?¡Ah, sí! Ya me acuerdo. Decía que desde España me están asediando a rezos, plegarias, oraciones y rogativas en general. Es que están en año electoral. Y es muy curioso. Los míos siempre han rezado, hasta ahí podíamos llegar. Ahora más, sí, porque están que la camisa no les llega al cuerpo. Un tal Iglesias, creo. Que tiene guasa la cosa, no podía haberse llamado Pagodas o Mezquitas, no. Se tenía que llamar Iglesias. ¿Acaso me he metido yo con Lenin o Chávez? ¡No señor! Ellos están tan a gusto en lo que hemos bautizado «El Paraíso igualitario». Es un solar que teníamos por aquí, infrautilizado, y se lo hemos cedido al rojerío. Allí se lo pasan en grande: El comandante Chávez no hace más que expropiar palacetes y ha creado una tele local en la que hace un programa de dieciséis horas seguidas. Lenin sigue muy serio, casi sin moverse, es de pocas palabras, el hombre. Y me dicen mis espías que están preparando el terreno para la venida de Fidel. Hay unos posters del rey Borbón y de Aznar a los que les tiran dardos. Ellos son así? inocentes muchachuelos?

Lo cierto es que el tal Iglesias me está atemorizando a la parroquia más que Herodes a los niños. Y la verdad, no sé porqué tanto alboroto. En peores plazas hemos toreado vosotros y yo. ¿No os acordáis de Tutmosis III? No, claro, no os debéis acordar, hace solo 3.461 años? Ay? ¡cómo pasan los milenios! Pues este propio se me enfrentó con que si ahora mato a todos los niños judíos, que ahora no dejo salir al pueblo hebreo de Egipto, que si cambio de opinión y mando a las tropas a perseguir al pueblo favorito de Yahvé. Pero vamos a ver? ¿con quién te crees que estás tratando, mindundi? Por muy faraón que seas yo me como uno como tú para desayunar y otro para cenar. ¿Sabéis lo que hice, verdad? Sí, las siete plagas y el hachazo al mar muerto. Ya sabéis el final. Algunos siglos después me salió otro grano: Un tal Hitler. Que se metió con mi pueblo, otra vez, el muy ca? el muy soberbio. Con este fui más sutil. Nada de plagas ni de mares separados. A este le envié a Churchill, un buen amigo y más listo que el hambre, inglés? no os digo más. Y por si fuera poco decidí reencarnar a Salomón en un tal Einstein, que colaboró en el invento de unas bombitas que reíros vosotros de las plagas de Egipto.

¿Y ahora nos vamos a preocupar por el tal Iglesias, que lleva una coleta que parece el nieto de Jeremías y viste peor que Poncio Pilatos? Con este, queridos hijos, no tenemos ni para empezar. Le he encargado el caso a Palomo. Y me ha asegurado que éste se pone él solito la soga al cuello. Basta con una tentación pequeñita, nada de «Todo esto será tuyo si me sigues», no. Con una transferencia desde Venezuela y una beca universitaria lo resolvemos. ¿Sabéis por qué? Porque estos pájaros no son revolucionarios pata negra, como fueron en su día Mandela o Gandhi. O Martin Luther King. No, estos son, tan solo, una nueva muestra de eso tan antiguo como la humanidad, casi tan viejo como yo: Representantes de la ideología del «quítate tú para ponerme yo». De manera que no os apuréis. Ellos solos se ahorcarán con la soga que dicen combatir.