Mercedes Alonso acabó los plenos como los empezó: entre pitos y aplausos; división de opiniones, como en los toros. Si algo ha caracterizado a la alcaldesa es no pasar desapercibida porque, como ella presume, «antes muerta que sencilla». No ha sido un mandato fácil. La culpa no la ha tenido la oposición, bastante blandita, sino el fuego amigo que recibió en un momento en el que sus metas parecían estar fuera de Elche. Lo que son las cosas, de vivir con una mayoría absoluta durante tres años y navegar en una balsa de aceite a base de silenciar la discrepancia, se encontró con la horma de su zapato, cuando una edil decidió no levantar la mano ni en las juntas de gobierno ni en los plenos. Y lo malo, para la regidora, que a esta concejal le acompañaban otros críticos del partido que decidieron mantenerse en el grupo popular y no pasarse al de no adscritos. Creían que desde dentro se podía hacer más daño a base de minar la figura y poner zancadillas a la gestión de la alcaldesa, pero de nada les sirvió porque de nuevo ella fue la candidata. Su manera de actuar -me refiero a los ediles díscolos- fue un error o una ingenuidad: hablamos del PP, un partido inmovilista. Un ejemplo, Alberto Fabra, el menos malo de un cartel muy desgastado.
Ahora hace bien Alonso en intentar comandar la nave del Elche. Es un órdago en toda regla, y si le sale bien -ha logrado lo más importante, que tiren a Sepulcre de la presidencia- puede significar renovar la Alcaldía. Se le puede tachar de oportunista, que lo es, sin embargo, me temo que cualquier otro alcalde hubiera intentado utilizar al club ilicitano para sacar rédito político. No es muy ético pero es lo que hay, sería absurdo no aprovechar el filón sentimental que arrastra el fútbol. Ahora hace falta saber el recorrido de la operación y si lo que viene es mejor o peor que lo que se va. Aunque Alonso ya ha sacado partido e igual no necesita sentarse con Ciudadanos de Emigdio Tormo -se odian políticamente- o con C's de David Caballero, el cual parece más manejable que el primero para gobernar. Nunca pensó Caballero colocarse tan bien de cara a unas elecciones y supongo que, cuando roce el poder, será incapaz de decir no a una crecida Alonso.
