Un día, un médico de semblante frío y tranquilo le dijo a Ana, trabajadora de una residencia privada de ancianos, que dado su excelente estado de salud le tenía preparada el alta médica relativa a sus hernias discales por las que hacía un mes que estaba de baja. En su estado Ana no puede trabajar. Cristina trabaja en una empresa de comercio a tiempo parcial, 4 horas diarias que en realidad son 8, además, está embarazada pero tiene miedo de que no le renueven el contrato. Pepe tiene gripe, ha estado 5 días de baja, ha vuelto a trabajar pero ha recaído, piensa volver a la fábrica, enfermo, por miedo al despido por absentismo. A Carlos, que estaba de baja por una lesión cervical, le acaba de comunicar que ha sido aceptada la propuesta de alta emitida por la mutua y que se tiene que incorporar mañana a trabajar, en realidad no puede con el dolor que sufre.

Todas estas historias podrían pasar en un país subdesarrollado, yo no sé en qué mundo está España, pero ocurren aquí, a dos manzanas de mi casa incluso en el edificio donde vivo. Con la reforma laboral, el Real Decreto 625/2014 y la Ley de Mutuas nos hallamos frente a una de las más «brillantes» y retorcidas operaciones de ninguneo y desprecio de la sanidad pública de la historia contemporánea de España, así como ante a una jugada descomunal de culpabilización hacia los trabajadoras y trabajadores de este país considerándolos como meros defraudadores o delincuentes de pacotilla.

Con la escusa de que hay qua acabar con el absentismo (inferior en España que en muchos países de Europa), además de ir desmontando la sanidad pública lanzando al estrellato a las mutuas, se esconden medidas como, por ejemplo, que una trabajadora de baja por enfermedad común tenga que pasar más de 7 reconocimientos médicos entre personal médico de las mutuas y del sistema público de salud.

Tras la pueril insinuación de que han acabado con la crisis, ha bastado un mínimo repunte de empleo temporal y precario para que las estadísticas de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales se disparen, y lo que en plena recesión eran pomposas imposiciones de medallas por la bajada de la siniestralidad laboral, ahora tras la creación de empleo miserable y de bajísima calidad toda esta milonga ha vuelto a la tozuda realidad.

Este año la Ley de Prevención de Riesgos Laborales cumple 20 años y, también, el dudoso honor de ser una de las leyes más maltratadas, mancilladas, despreciadas e incumplidas por la Administración y un buen número de empresas, no todas afortunadamente.

El panorama no invita precisamente al optimismo, a modo de ejemplo, los bochornosos episodios de los cocederos en que se convirtieron las aulas en septiembre del año pasado, saltándose a la torera la Conselleria correspondiente toda la normativa aplicable, bajo la excusa, merecedora de diploma, de que en septiembre aquí hace mucho calor; o la caída en un ascensor con nueve trabajadoras dentro en un hotel de Calpe, todas sin dar de alta en la Seguridad Social e incumpliendo tanto la empresa como el hotel todas los preceptos de salud laboral que se podían aplicar, algo francamente difícil de conseguir.

Ambas incidencias fueron denunciadas por CC OO logrando, en el caso de Calpe, una resolución muy dura por parte de la Inspección de Trabajo; en el caso de los colegios también la inspección está trabajando.

Pues bien, con este escenario, y con las cifras de accidentes mortales de principio de año 2015, los 20 años de vigencia de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales hacen que desde CC OO sigamos exigiendo su aplicación real, denunciando justamente todos los incumplimientos con todos los medios a nuestro alcance.

Los responsables de tamañas trastadas legislativas tienen nombre y apellidos y aunque espero que sólo momentáneamente semejante desaguisado no tenga remedio, lo que nadie, absolutamente nadie nos puede impedir, es salir a la calle a corear los nombres de los artesanos de tanta fechoría. Y qué mejor ocasión que el 28 de abril y el 1 de Mayo para hacerlo. Para acabar una reflexión muy sencilla, ¿quién vigila a los vigilantes?